por Bruno Rivas
La ruta ya la había trazado Dante hace más de seiscientos años. A veces para llegar a la gloria es preciso realizar una parada en el infierno. Aún permanece en las retinas de los hinchas, y no tan hinchas, del fútbol aquel video de You Tube en el que un fanático del club ‘millonario’ hizo célebre la frase “!Estamos en la B!”. Los gritos del Tano’ Pasman eran la expresión perfecta de toda la rabia de una hinchada que nunca se imagino sufrir una de las peores vergüenzas que puede pasar un club grande: perder la categoría.
Sin embargo, el descalabro vivido en la primera mitad del 2011 sirvió para que el club de la franja se reforzara. Para el campeonato de ascenso se incorporaron figuras nacidas en River y con experiencia internacional como Fernando Cavenaghi, Alejandro Dominguez y Leonardo Ponzio. La dirección también fue tomada por otro histórico del club, Matías Almeyda. Incluso el campeón mundial francés David Trezeguet, confeso hincha del ‘millonario’, llegó para la segunda parte del torneo. Gracias a River cumplió el objetivo: ganó la B y el derecho a ser de primera.
Para el 2013, el club ‘millonario’ volvió a apelar a su identidad. Volvió a convocar a Ramón Diaz, estrella de la década del ochenta y el técnico más exitoso de su historia. El otrora goleador prometió devolverle al equipo el juego vistoso que lo caracterizó por décadas. Su apuesta obtuvo resultados inmediatos. River se alzaría con el título del Campeonato Inicial, en una campaña que incluyó una victoria sobre Boca Juniors de visitante, resultado que no obtenía en diez años. Tras alcanzar la gloria, Ramón Diaz deja el equipo y lo sucede uno de sus pupilos: Marcelo ‘El Muñeco’ Gallardo. El otrora diez de los riverplatenses obtendría en el 2014 la Copa Sudamericana y en febrero de este año la Recopa Sudamericana, títulos que nunca había ganado. Sin embargo, aún quedaba una tarea pendiente. La Copa Libertadores, esquiva desde hace diecisiete años, era el nuevo objetivo.
Para los que crecimos viendo el fútbol de la década del noventa nos queda el recuerdo de la gran campaña de River Plate en la Copa Libertadores de 1996. El cuadro dirigido por Ramón Diaz estaba repleto de estrellas de la talla de Germán Burgos, Celso Ayala, Ariel ‘El Burrito’ Ortega, Hernan Crespo y el gran Enzo Francescoli. El cuadro era tan abundante en talento que se daba el lujo de tener en la banca de suplentes al ‘Muñeco’ Gallardo y Gabriel Amato. Entre las imágenes inolvidables de esa campaña se encuentran el gol de chalaca de Crespo en la victoria 4 a 1 sobre Cristal, los desbordes del ‘Burrito’ y a Francescoli levantando en hombros la Copa. Esa gloriosa performance no se volvió a repetir hasta ayer.
Sin duda el campeonato y el equipo de River que ganó la Copa Libertadores el miércoles está bastante lejos al del 96; sin embargo, mostró coraje en los momentos indicados. Cuando parecía que se quedaba fuera en la primera ronda, un empate in extremis con Tigres en México y una goleada sobre San José en Buenos Aires le devolvieron la vida. Luego, en cuartos tras perder 1 a 0 de local, goleó 3 a 0 a Cruzeiro en Belo Horizonte. Una hazaña que lo ubicó como el gran candidato a alzarse con la Copa. En la final se volvió a enfrentar a Tigres en un emparejamiento que solo pudo definirse en el minuto 44 de la vuelta con el gol de Lucas Alario. Si bien ganó 3 a 0 en el Monumental de Nuñez, los ‘millonarios’ tuvieron que apretar los dientes durante los 180 minutos.
Uno de los grandes méritos de Gallardo es el de haber sabido rendir tributo a su paso por la B. Cuando pocos lo esperaban le dio la titularidad y la capitanía a Cavenaghi, el delantero que dejó Europa para jugar en la segunda división. Ponzio, otro de los refuerzos de la etapa más oscura también fue figura del equipo. Ambos tuvieron un lugar de excepción en la ceremonia de alzamiento de la copa, especialmente Cavenaghi que se va del equipo. Queda la impresión de que el paso por el infierno sirvió para la obtención de la tercera libertadores. El ejemplo de River podría servir a muchos equipos que no saben como sobreponerse a la derrota vergonzosa.
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