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Deporte – ciencia

mes

junio 2015

El Perú se llama Carlos

por BRUNO RIVAS

El Perú es Carlos Lobatón. Uno de los grandes aciertos de Ricardo Gareca es el de haberle dado la capitanía de la selección al volante celeste. Actualmente, es el jugador que mejor representa el espíritu de la blanquirroja. Lobatón es un jugador ordenado, disciplinado, dispuesto al sacrificio y con momentos de genialidad; sin embargo, nunca ha logrado trascender en la alta competencia. Su buen toque y visión de juego le han permitido destacar en el fútbol nacional pero sus limitaciones físicas impidieron que diera el salto al exterior. A pesar de que en las últimas temporadas se ha convertido en la máxima estrella del campeonato peruano, los 35 años de Lobatón juegan en su contra. Con esa edad es bastante improbable que llegue al mundial Rusia 2018. No obstante, da la lucha y contagia a los que vienen para el relevo. Lo suyo fue solo la Copa América y en ella cumplió con creces.

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El Perú es Carlos Ascues. El volante de Melgar de Arequipa ha sido la gran sorpresa de la selección peruana. En la Copa América, Gareca lo ha reinventado al ubicarlo en la zaga de su escuadra. Los resultados han sido fenomenales. Después de mucho tiempo, la blanquirroja cuenta con un ‘patrón’ capaz de salir jugando desde la defensa y que se da el lujo de llegar al campo rival en los momentos en que el equipo necesita un empujón. Sus 23 años lo convierten en una promesa que puede aportar en futuros procesos. No obstante, su gran problema es la inestabilidad. Desde su debut en el 2011, Ascues ha jugado en cinco equipos diferentes, entre ellos dos europeos. Hasta ahora, el polifuncional jugador no ha podido asentarse en un lugar. Cabe preguntarse si con el consejo del seleccionador peruano, Ascues logrará por fin ubicarse en el mundo del fútbol y marcar la ruta que lleve a Perú a una Copa del Mundo.

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El Perú es Carlos Zambrano. En el minuto 18 del partido con Chile, Carlos Zambrano destruyó las ilusiones de un país que había aprendido a quererlo. El defensa peruano conocido por su matonería volvió a fallarle al equipo. Una vez más sus pergaminos europeos no le sirvieron de nada. En un partido clave en el que había que mantener la calma y el orden, el jugador del Eintracht Frankfurt eligió clavarle los botines a un rival. Hasta el encuentro con los sureños, Zambrano estaba realizando una soberbia Copa América. Analistas nacionales y extranjeros alababan el orden que había demostrado durante la primera ronda del certamen y destacaban que la solidez defensiva no había estado acompañada de las patadas que solía repartir. Pero ahora ha vuelto a sembrar dudas. Más de uno se pregunta si el zaguero seguirá perdiendo la cabeza en los partidos claves de la eliminatoria. ¿Los esquemas que planteará Gareca en la ruta para Rusia 2018 serán saboteados desde adentro? ¿Es posible confiar en jugadores que tienden a la autodestrucción?

El carácter y la matonería

PERÚ PERDIÓ, PERO HIZO SU MEJOR PARTIDO DE TODA LA COPA AMÉRICA. Incluso con 10 hombres, el equipo fue competitivo. ¿No era eso lo que buscábamos? Igual, quedará un sinsabor, formulado como pregunta recurrente: ¿qué habría pasado si hubiera seguido 11 contra 11? Nos durará unos días. Luego iremos, armados de ilusión, a jugar las eliminatorias. En eso se han convertido para los peruanos el ciclo mundialista. El ritual de renovar la fe en intervalos de 4 años.

Antes de enfrentar a Chile, ya era posible analizar el rendimiento de Perú desde el punto de vista táctico. Mucho de lo que ya se había visto se reafirmó y consolidó. Lo que faltaba comprobar era si tenía el temple necesario para enfrentar partidos decisivos. Y allí estuvo el fallo. No del plantel, sino de uno solo. Alguien debería acercarse a Carlos Zambrano a explicarle la diferencia entre tener carácter y ser un matón. Está claro que confunde los términos. Poner la pierna fuerte no es lo mismo que ponérsela arriba de la cintura a un adversario. Por mí, que no vuelva a ser titular en la selección hasta que no vea una colección de partidos de Franco Baresi. Jugar con un futbolista que te puede dejar con 10 a los 18′ es, simplemente, dar demasiadas ventajas.

Hubiera sido muy interesante que Perú se hubiera mantenido en el campo con 11 durante más tiempo, para comprobar si era posible sostener la propuesta de esos primeros 18 minutos, en los que no solo maniató a Chile, también estuvo cerca de anotar.

La apuesta de Gareca quedó clara desde el primer minuto: Perú iba a pelear la posesión de la pelota bien arriba. Carrillo entró al 11 titular como volante por derecha, para desequilibrar con su velocidad y gambeta. Farfán se colocó en el centro para combinar libremente con Guerrero en ofensiva. Paolo hizo un partido titánico de principio a fin. No solo en lo ofensivo, también en lo defensivo.

La fórmula funcionó desde el primer minuto. Después de perder la pelota, Advíncula no retrocede para armar el bloque defensivo, sino que va hacia adelante a presionar en la salida. Farfán y Guerrero se suman y no permiten a Chile armar.

Otro ejemplo de los primeros minutos: No son Ballón y Lobatón los que asumen el peso de la recuperación, sino Carrillo, Farfán, Cueva y Guerrero. Los movimientos defensivos en esta secuencia son impecables.

A partir de esa idea bien aplicada, surgieron posibilidades como esta:

Fue lindo mientras duró, es decir, hasta el minuto 20. Luego de la expulsión de Zambrano, Gareca se ve obligado a retirar a Cueva. Con eso, termina la pretensión de discutir la pelota en campo chileno. El partido empieza a jugarse en campo peruano. Es cierto que Perú igual compite y hasta logra el empate, pero ya no es resultado de un planteamiento, sino del coraje y el esfuerzo de varios de su futbolistas. En la adversidad, Advíncula y Guerrero se llevaron los honores y ratificaron que son, junto con el sacrificado Cueva, las mejores individuales peruanas en la Copa.

Se perdió, pero se compitió. Solo queda reconocer que este equipo superó largamente nuestras expectativas y lo más esperanzador es que mejoró en cada partido. Por el lado negativo, la cabeza sigue siendo nuestro punto débil. Pero allí estaremos en octubre, dispuestos a pelear y malograrle la eliminatoria a más de uno, por lo menos. Si Perú sigue en esta línea, las tiendas venderán más televisores.

Doctor Jekill y Mister Hyde

por BRUNO RIVAS

Analizar las actuaciones de la selección peruana es una tarea harto difícil. Cuando están en juego los sentimientos nacionales, ser objetivo requiere de un esfuerzo extra no presente en el examen de otras selecciones. En circunstancias como esas, el patriotismo futbolero suele colarse en redacciones, canales de televisión y estaciones de radio. Con la blanquirroja en la cancha, la línea que separa al comentarista del hincha se vuelve muy delgada.

Desde antes del inicio de la Copa América he sido escéptico sobre el accionar de la selección peruana. Mi post titulado “El Perú está calato” marcaba una posición nacida de la observación de nuestro alicaído campeonato nacional y de su relación con la estructura social del país. Tengo claro que una nación en la que no existe el principio de autoridad y en la que el individualismo se ha extendido, es muy difícil que se logre una hazaña colectiva como clasificar a un mundial o ganar un campeonato importante. Esa posición la he mantenido al observar cada actuación realizada por nuestra selección en Chile. Si hay un espacio en el que no me ubico es en el de los optimistas.

Sin embargo, mi posición escéptica se ha visto suspendida durante varios pasajes de las dos últimas semanas. Mi novia ha sido testigo de cómo el pitazo inicial de cada partido de la selección me transforma en un hombre de fe. Mis amigos de este blog me han visto sacar la calculadora y memorizarme todos los escenarios favorables a la blanquirroja. De pronto, me he reconocido como un ser bipolar que afirma a viva voz que el fútbol peruano no tiene futuro y que minutos después canta “Creo en ti” en la ducha. Lo admito, me he vuelto un personaje de Robert Louis Stevenson. Por estos días habitan en mi dos personajes: el doctor Jekill y mister Hyde.

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El doctor Jekill es un hombre de ciencia, un sujeto racional que sabe que cada fenómeno es consecuencia de una serie de elementos combinados. Jekill explica la aceptable actuación peruana en el hecho de que nos hemos enfrentado con la peor Brasil de su historia y con una Venezuela disminuida. Que le empatamos a Colombia apelando a una estrategia que no nos dará réditos en las eliminatorias y que le ganamos a Bolivia porque es el único equipo de Sudamérica que tiene más lagunas que nosotros. Está seguro de que no tenemos ninguna opción contra Chile y cree que nuestra performance en la Copa América nos hace más mal que bien. El doctor diagnostica que se está generando una expectativa que provocará otra grave desilusión en el torturado hincha peruano.

Por su parte, mister Hyde es un ser altamente pasional, un individuo dominado por sus impulsos y cuyas acciones son motivadas por la fe. Hyde ha alentado a la selección partido tras partido y eliminatoria tras eliminatoria. No le importa si el equipo juega bien o mal, si gana o pierde, si sorprende o arruga. Cada victoria vale por si misma y es parte de un plan mayor que es la clasificación al mundial. Para él es posible eliminar a Chile en su propia casa. Está seguro que el ratoneo puede volver a ser efectivo y llevarnos a la final, que con suerte también podríamos sacar adelante. El señor confía que se está generando un nuevo espíritu, uno que se impondrá a las deficiencias de nuestro fútbol y que nos permitirá ser competitivos en las eliminatorias. Hyde apuesta sus fichas a Rusia 2018.

Hoy hasta las 6:29 estaré dominado por el doctor Jekill pero sé que un minuto después Mister Hyde emergerá en mi. Deseo profundamente que Hyde tenga razón y poder celebrar a su salud tras el pitazo final. Que se suspenda la razón es uno de mis mayores anhelos.

El salto del Tigre

TRES IMÁGENES PERDURABLES NOS DEJA LA COPA AMÉRICA HASTA EL MOMENTO: El chileno Jara haciéndole un tacto rectal al paso a Cavani, Retamoso cabalgando al boliviano Morales y el salto del Tigre Gareca. En realidad, el salto que el Tigre le ha hecho dar a la selección peruana. Llegó con apenas un par de partidos dirigidos, sin victorias y una buena excusa: la eliminatoria. Dos semanas después, es considerado el mejor técnico de la competición y los comentaristas internacionales ya se recitan su equipo de memoria.

No se le puede escatimar mérito al técnico argentino, y tampoco a Juan Carlos Oblitas, el director deportivo de la FPF que apostó decididamente por su contratación. A estas alturas, queda claro que Gareca tiene el perfil de técnico ideal para dirigir a Perú: no es un administrador de riquezas, sino un estratega capaz de compensar las carencias de su equipo a punta de pizarrón. Con un plantel tan corto, es necesario que el entrenador tenga recursos para compensar las inevitables ausencias por lesiones y suspensiones. El Tigre ha demostrado que sabe mover las fichas. Además, parece menos dispuesto a polemizar con la prensa y se preocupa menos por el entorno.

Lo normal es que los balances se hagan  al final de la participación. La semifinal con Chile, sin embargo, conjuga demasiados elementos y el resultado –sea cual fuere– definitivamente distorsionará la imagen que nos quedará del equipo. Es lo que pasa con los clásicos. Mejor, entonces, hacer un balance parcial, con cargo a añadir más elementos luego.

Línea por línea, esto es lo que viene mostrando Perú en la Copa América:

1) Defensa: sin discusión, lo más relevante es el redescubrimiento de Ascues, uno de los mejores defensas centrales del torneo. A Gareca se le prendió el foco, recolocó a un volante y con eso espantó las sombras que metían miedo en esa línea tan importante. Además, tiene margen de mejora, si se toma en cuenta que es nuevo en el puesto. Si mejora su criterio para la salida (a veces arriesga más de la cuenta) puede consolidarse como un central de élite en Sudamérica. Lo de Zambrano ya es conocido: un central de pico y pala, que a veces es necesario, pero el riesgo de que deje al equipo con diez siempre está latente. Igual, ahora mismo, esa dupla es lo mejor que tenemos. Que no se resfríen. Lo mismo aplica para Gallese, que ha estado impecable y todavía puede mostrar más, porque es un atajador y a Perú, en lo que va del torneo, no le han llegado mucho.

2) Laterales: dos costados, dos realidades. Por la derecha, Advíncula es pura dinámica y vértigo; por la izquierda, el gran mérito de Vargas es haber hallado la cordura. El Loco ya no es el arma ofensiva que solía ser: en la Copa solo se ha proyectado cuando el rival se lo ha permitido (Venezuela con un hombre menos; contra Bolivia, todo el tiempo). Con Chile será otra historia porque es previsible que Isla y Alexis se recuesten sobre su lado y, a menos que reciba ayuda, es un duelo en el que tiene todas las de perder. En cualquier caso, los dos laterales peruanos meten miedo por distintas razones: Advíncula por su velocidad y Vargas por su pegada. Y los dos tienen el mismo déficit, lo que más les cuesta es la marca. A futuro, la apuesta por Advíncula es clara. Encontrar una solución definitiva para la izquierda será una tarea que Gareca se traerá de regreso a Lima.

3) Volantes: En la primera línea, Lobatón no ha hecho todavía un partido redondo. Su lentitud ha quedado varias veces en evidencia y su buen pie se ha mostrado a cuentagotas. En cualquier caso, que sea titular es una prueba de que Gareca apuesta por tener la pelota, no cederla al adversario. Lo mismo aplica para Ballón, que sí tiene un poco más de despliegue. Si el equipo no sufre tanto para defender con esa primera línea de volantes es por el generoso despliegue de los integrantes de la segunda línea: Cueva, Sánchez y Farfán conforman la unidad más sacrificada, porque no solamente tienen la misión de atacar, es en su zona del campo donde Perú empieza a discutir la pelota. Por eso, los cambios de Gareca suelen ser en ese sector. Necesariamente, acaban fusilados. El gran torneo que está haciendo Cueva ha ayudado en esa tarea de destrucción creativa. A Farfán los rivales ya lo conocen y saben que no es prudente dejarlo desatendido. Con Cueva son dos amenazas y más alivio para sus compañeros.

4) Ataque: Dependiendo del partido y la circunstancia, Paolo Guerrero ha tenido que adoptar dos roles. Por ratos, delantero de equipo chico, llanero solitario a la caza de errores y contragolpes; y en otros momentos cabeza de área de un equipo que lleva la iniciativa. Lo bueno es que maneja ambos papeles a la perfección. Cuando juega Pizarro, el equipo no suma dos 9 de área, porque Claudio se retrasa con frecuencia para jugar como una suerte de pivote. Su misión es aguantar la pelota, disputar las divididas y agregarle sorpresa al ataque, porque Paolo de improviso se puede recostar sobre una banda para generar desbalances en la defensa rival, con lo que deja el centro abierto para Pizarro o cualquier de los volantes de segunda línea. Durante la primera fase, Perú fue de los equipos que menos remató al arco, pero el trabajo de sus jugadores ofensivos no fue por eso menos encomiable. Contra Bolivia demostró que tiene pegada, aunque igual desperdició muchas ocasiones. Lo mejor que nos puede pasar es que los tres goles de Paolo sean el inicio de una racha.

Postdata: Mucho se repite que Perú «es un equipo en formación». Esa es, como mucho, una verdad a medias. No esperemos de jugadores como Guerrero o Zambrano rendimientos mejores que los que están dando ahora mismo. Están en su pico y otros jugadores ya pasaron por sus mejores tiempos.

No se distingue en este plantel una apuesta clara por los jóvenes. Juegan los mejores, como siempre debe ser. Nadie juega para ganar experiencia, se juega para ganar, y la experiencia se gana como consecuencia natural, en el camino. Gareca opta por Pizarro cuando podría haber apostado por Yordi Reyna y pone a Lobatón en lugar de Benavente, un inexplicable favorito de la crítica especializada. Retamoso no es un chiquillo, como tampoco lo es Vargas. Es probable que dentro de un año, cuando ya se esté jugando la eliminatoria, el dibujo táctico que Perú está aplicando en Chile deje de ser aplicable por ausencia de algunos intérpretes. Será momento de presentar otro, ajustado a los futbolistas disponibles en ese momento. Pero si para entonces el equipo ha interiorizado la propuesta de no renunciar a la posesión del balón y ha ganado confianza en sus propias posibilidades, se habrá avanzado mucho.

Un gran triunfo de Gareca ha sido ganar tres partidos más en el máximo nivel para poner a prueba sus ideas. Con lo que le cuesta a la FPF conseguir amistosos decentes, ese es otro gran triunfo.

Paraguay se venga del imperio brasileño

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por BRUNO RIVAS

A pesar de que la frase se ha repetido hasta el cansancio, no deja de ser cierta: el fútbol da revanchas. Algunas de ellas van más allá de lo deportivo y reivindican hitos políticos propios del mundo real. Pese a que su trascendencia social es mínima, el alcance emocional de una victoria futbolística puede llegar a ser similar al de una revolución. Por eso las victorias de Argentina sobre Inglaterra tienen sabor a revancha histórica o los encuentros entre Alemania y Turquía se dan en un ambiente particular. En esa línea podemos ubicar a la victoria de Paraguay sobre Brasil en los cuartos de final de la Copa América.

Los paraguayos aún recuerdan con dolor a la Guerra de la Triple Alianza ocurrida en el siglo XIX. En ella, el país guaraní se enfrentó a tres de sus vecinos: Brasil, Argentina y Uruguay. La razón fue la invasión del Imperio Brasileño a territorio uruguayo que el mandatario paraguayo de entonces había jurado defender. El conflicto culminó con una derrota paraguaya que alcanzó la calificación de desastre demográfico y político. Como consecuencia de la guerra, los guaraníes perdieron entre el 50% y el 85% de su población y buena parte de los territorios disputados con Brasil. Algunos historiadores afirman que las consecuencias del conflicto se expresan hasta hoy y explican los altos niveles de pobreza del país sudamericano.

El sábado, Paraguay se volvió a enfrentar al Imperio Brasileño. Sin embargo, esta vez las circunstancias fueron absolutamente distintas. Al encuentro en Concepción llegaron las peores tropas brasileñas, unas incapaces de poder arrasar a una escuadra paraguaya ordenada y valiente. Solo refuerzos argentinos y uruguayos le hubiesen permitido a la verdeamarela conseguir un resultado abrumador frente a los guaraníes. Pese a eso, los brasileños empezaron intentando revalidar su otrora espíritu imperial. Comenzaron ganando con un gol de Robinho, quien antes era visto como uno de sus principales generales. Un primer tiempo con pocos ataques provocó que algunos ilusos pensaran que los albirrojos no podrían recuperar terreno; sin embargo, la segunda parte fue otra historia. A punta de coraje y aprovechando un error en la zona defensiva brasileña, empataron y llevaron el encuentro a los penales.  

En la definición final, Paraguay mostró un carácter que por estos días no se ve en Brasil. Los guaraníes sacaron de carrera a un equipo que no había hecho méritos para llegar a cuartos de final. Y confirmaron lo que habían puesto en evidencia cuatro años atrás en otra ronda de penales: que Brasil ya no es el gran imperio continental de antaño. Ahora a los albirrojos les toca enfrentar a otra selección que participó en la Guerra de la Triple Alianza. Esta vez sí se enfrenta a una tropa de élite pero quien sabe de repente se concreta otra reivindicación histórica.

Desdramaticemos

NADA ENERVA MÁS AL FANÁTICO QUE RECORDARLE EL CARÁCTER IRRELEVANTE SU PASIÓN. Frases como «pero si es solo un juego» o «lo importante es competir» solamente son aceptables cuando vienen de la esposa que no entiende de fútbol. Simplemente espera que esto se acabe para que los amigos borrachos del marido dejen de ensuciar la casa y ella pueda dedicarse nuevamente a su telenovela turca sin distracciones ni gritos destemplados (¡Un partido más!). También es cierto que despotricar del deporte rey siempre ha sido muy hipster, pero los intelectuales de ocasión que se empeñan en señalar que Perú puede ganar lo que quiera y eso no aliviará en nada nuestras miserias cotidianas harían bien en ahorrarse el esfuerzo. Lo tenemos bien sabido, pero igual gritamos, chillamos, nos pintamos la cara, sacamos las calculadoras, tratamos de aprendernos la estrofa del himno esa que no nos enseñaron en el colegio.

Los intentos por descomprimir son muy loables, pero están condenados al fracaso por una simple razón: aunque no lo queramos aceptar, el fútbol es más que un juego. Hay demasiadas emociones, ilusiones, traumas y trapitos sucios involucrados, demasiado ánimo de revancha y demasiada frustración acumulada como para reducir lo que pasa cuando dos países con abundante historial común –futbolístico y también de otras clases– se cruzan en una cancha. ¿Lamentable? Seguro, pero no por eso menos cierto. Y si hay algún partido que el fanático peruano quiere ganar siempre, más que cualquier otro, es el Perú-Chile. Eso también lo tenemos recontra sabido.

Angamos, 1879
Angamos, 1879

Dicho todo esto, aclaro que me parece correcto que tanto los protagonistas del juego como los periodistas y analistas serios intenten quitarle solemnidad y trascendencia al partido del lunes. Los otros, harán lo que mejor les sale. Pero a Gareca y su plantel de nada le sirve que un país entero se le suba a la espalda y le encargue una misión que parece tan solemne como recuperar el Huáscar, una cuestión de orgullo nacional.

Desdramaticemos, entonces, pero tengamos claro que el lunes, queramos o no, jugaremos una semifinal, contra el equipo local, en un estadio que tendrá naturalmente un ambiente hostil. ¿Horrible? Quizás, pero no queda más que aceptarlo como parte de ese pacto tácito por el cual decidimos ventilar nuestras diferencias en un rectángulo de césped verde. Suena como demasiado encargo para un equipo que supuestamente está en formación, aunque tiene varios titulares que superan los 30 años.

Sin embargo hasta ahora Perú ha hecho las cosas bien: ganó con justicia el triangular entre los equipos más débiles del continente y no se quebró contra equipos sobre el papel superiores, como Colombia y Brasil. Ha sido competitivo y eso le ha valido para sacar esta cita con la historia. Para los veteranos de este grupo (Pizarro, Farfán, Vargas, Lobatón), el reto de sacar Chile de su Copa, organizada con tanto esmero, es una oportunidad de redención. Más que seguro, la última que les queda.

Para el resto, los jóvenes del plantel, es la oportunidad de demostrar que con ellos el futuro puede ser diferente al pasado.

Perú ha hecho hasta ahora una gran Copa América. Pero le falta un gran partido contra un gran rival en un gran escenario. Le llegó casi sin buscarlo. Ya demostró que tiene fútbol para competir. Ahora tiene le toca probar si, a diferencia de anteriores planteles, también puede hacer gala de carácter.

Argentina-Colombia y la crisis de confianza

por BRUNO RIVAS

Para ganar primero hay que acostumbrarse. Uno tiene que estar convencido de que lo que le corresponde es levantar copas y acumular títulos. Que avanzar rondas es solo un mero trámite. Que el resultado ya está escrito. Sin esa convicción es bastante probable que uno no sea capaz de entregarse al éxito. Y que uno termine pateando el balón muy lejos del arco. El encuentro disputado ayer en Viña del Mar enfrentó a un equipo acostumbrado al fracaso y a otro al que le es cada vez más difícil recordar lo que es la gloria.

La selección colombiana ha hecho de la decepción una norma. Desde que su fútbol es visto como uno de los mejores del continente, allá por la década del noventa, no ha estado a la altura de las expectativas. En 1994, luego de haber goleado 5 a 0 a Argentina en Buenos Aires, el fantástico equipo de Valderrama, Rincón y Asprilla fue un fiasco en el mundial y fue eliminado en primera ronda. Cuatro años después, en Francia, repitió la performance y regresó a casa temprano. Ni si quiera la Copa América que ganó en casa en el 2001 le devolvió el prestigio ya que el torneo quedó deslucido por la ausencia de Argentina y del primer equipo brasileño. Tras sus dos fracasos mundialistas, le tocó una ausencia de alegrías que duró hasta el 2014. En Brasil, la nueva generación de estrellas ilusionó a todos. Una primera ronda de ensueño y su gran actuación contra Uruguay provocó que muchos creyeran que James y compañía podrían eliminar a una deslucida Brasil. Sin embargo, los colombianos volvieron a achicarse ante las circunstancias y acumularon una decepción más.

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Por su parte, actualmente Argentina juega con una generación que ha aprendido a convivir con el fracaso. La albiceleste no gana un torneo importante de selecciones desde la Copa América de Ecuador en 1993. A partir de esa fecha ha sufrido eliminaciones constantes, varias de ellas bastante dolorosas. En Mundiales y Copas América, sus rivales históricos, Alemania y Brasil, lo han goleado o arrebatado finales en tiempo extra. El recuerdo de un capitán argentino alzando una trofeo se hace cada vez más lejano. Y dicho historial de derrotas se refleja en una crisis de confianza que suele acosar a sus principales estrellas.        

Ayer, en Chile, los fantasmas de los dos equipos volvieron a manifestarse. La otrora favorita Colombia se achicó una vez más. Por su parte, Argentina volvió a mostrarse incapaz de actuar como un grande. A pesar del buen fútbol desplegado, los gauchos parecían estar a punto de repetir otro fracaso. Y esa falta de relación con la gloria se manifestó durante la ronda de penales. Mientras Argentina desperdició dos oportunidades de llevarse el partido, Colombia no aprovechó los golpes anímicos sufridos por su rival. Solo un hombre relacionado con el éxito logró mostrar cuál es el camino correcto. Quizás el gol de Tévez le devuelva la confianza a la albiceleste. Es posible que su victoria por penales sobre Colombia le permita a Argentina recuperar la memoria.

 

Un Perú moderno

por FABRIZIO TEALDO

Después de la primera fecha de la Copa, Jorge Barraza escribió que Perú debía imitar en todo a Venezuela: solidez, rigurosidad en la marca, cobertura de espacios. Los dos columnistas de este blog suscribieron a Barraza. Yo me opuse. Argumenté que Perú no tenía con qué imitar la propuesta destructiva venezolana, y que me parecía correcta la idea de Gareca de priorizar el buen pie, la posesión y el ritmo.

Es fácil emocionarse cuando la selección gana, pero el entusiasmo no se debe al resultado. Siempre he considerado que por encima de los jugadores está el grupo, y Gareca ha conseguido formar un grupo sólido que cree en la idea de juego. En Brasil 2014 sostuve que Tevez no debió ser incluido en el plantel argentino. Su historial de conflictos en el vestuario es irrefutable: de todos los equipos por los que pasó se fue peleado con el entrenador, compañeros y a veces hasta la hinchada. Se trata de un tipo difícil que podía mermar la interna. Seguramente hubiese jugado mejor que Higuaín o Agüero, pero lo más probable es que su presencia contaminara el buen ánimo de la albiceleste.

A partir de la formación del grupo en la selección, aparecen otras virtudes: mentalidad, ritmo sostenido los 90 minutos, apuestas de nuevos jugadores y cambios de posición que han rendido. Chile, el mejor equipo en lo que va de la Copa, será la medida para establecer si lo positivo que vemos en la selección no es un espejismo, como el 1-0 a Chile en Lima en las Eliminatorias a Brasil 2014.

  • Mentalidad: cuando Brasil nos volteó el partido en los minutos de descuento, vimos una historia repetida. Al siguiente partido frente a Venezuela, la selección no mostró nivel, pero sí calma, a pesar del golpe de haber perdido  sobre la hora (otra vez) contra los de Neymar. Frente a Colombia la concentración en los duelos individuales y priorizar el cero en arco propio mostraba una actitud diferente. Con Bolivia, la selección asumió su papel de favorito. Vargas se proyectó (el venenoso centro del primer gol sale de su zurda, con efecto y potencia para que llegue el 9 al borde del área chica), cuando en toda la fase de grupos el ‘Loco’ priorizó la marca. Otros temas: jugadores emblemáticos esperan en la banca sin queja; los sacan y no reniegan; en cuatro partidos no tenemos expulsados; los únicos suspendidos han sido los volantes de primera línea (Lobatón y Ballón), posición donde se comprende la acumulación de faltas y tarjetas amarillas. Reitero: la prueba de si el equipo tiene mentalidad será en las semis en el Nacional de Santiago frente al local, donde nos hemos comido goleadas y planteles anteriores entraron a la cancha con las piernas dobladas. La otra prueba de mentalidad será que resistan el endiosamiento. La labor del psicólogo que trabaja con la selección desde el primer día como un elemento indispensable para Gareca en el proceso, se verá no cuando los seleccionados estén pasando las fronteras, sino de locales, cuando deban resistir los murmullos del Estadio Nacional, los oles soberbios, las vedettes, el glamur o el barrio.

Advíncula James

  • Ritmo: no recuerdo otra selección peruana que mantenga el rendimiento los 90 minutos. Es cierto que Advíncula y Cueva corren por dos y le dan respiro al resto del plantel, pero esos pulmones adicionales son indispensables para cualquier equipo. Incluso, veo que debido al ritmo es que hasta estamos pegando con más inteligencia. Fuimos rigurosos en marca con Colombia, hubo una plancha peligrosa de Lobatón, algunas barridas a destiempo, pero es muy distinto pegar corriendo que golpear a un jugador sin el balón o meter un codazo de la nada, que hacerlo a velocidad, con intención de marca.
  • Nuevos jugadores: además de Cueva -mérito absoluto de Gareca, pues nadie confiaba en esta apuesta y ha sido el más destacado en lo que va de Copa-, sumo a Zambrano, Advíncula y Ascues. El lateral ha mejorado aspectos técnicos para el primer pase y sobre todo en el pie a pie. Tiene un entrenador personal con el que se capacita en defensa y ataque. A su impecable condición física le ha sumado juego. Virtud a la perseverancia de un extremo reconvertido en lateral. Zambrano, a su vez, ha comprendido que se le necesita como líder atrás, no como matón. La reconversión de Ascues de central tiene emocionado hasta la excitación a Juan Pablo Varsky, el comentarista de Directv que sabe como nadie.

Zambrano hincha

En síntesis: la selección al fin muestra un desempeño profesional. El gran problema del fútbol peruano es que sigue siendo amateur: divisiones inferiores desprolijas, dirigencia corrupta, jugadores indisciplinados. Este Perú muestra una dinámica moderna, aquella que a partir de los ochentas y noventas marcó el fútbol de primer nivel, precisamente la etapa donde inició nuestra debacle por mantenernos en la etapa amateur, época donde nuestros logros se estancaron. Además, se ha visto distintas propuestas: contra Colombia se cuidó el empate, pero frente a Bolivia se asumió el protagonismo. Es saludable ver que Gareca tiene planes según el rival y que no es un fundamentalista.

El tema está en Eliminatorias. El plantel corto complica en un torneo que se extiende dos años. Perú mantiene concentración tres semanas, con partidos seguidos. Manejar la ansiedad que genera jugar de local y de visita en partidos distanciados por meses, donde se habla mucho en torno a ellos en ese lapso, requiere equilibrio, paciencia, estabilidad emocional. Seguimos dependiendo de la consistencia de Guerrero y Farfán, que ya pasan los 30 años. Como se dijo en este blog, «La eliminatoria es una maratón y la Copa América es una carrera de 400 metros planos. La primera mide la profundidad de los planteles, el compromiso de los jugadores, la planificación a largo plazo, la paciencia y la solidez de las organizaciones».

Lo conseguido hasta ahora no debe ilusionarnos, porque en la Copa del 2011 también llegamos a semifinales y en Eliminatorias no dimos pelea. Además, aún no se demuestra un desempeño en ofensiva que deslumbre y a pesar de mostrar solidez defensiva, hay errores atrás y la asociación arriba se impuso sólo frente a Bolivia, un rival de menor jerarquía.

No comparto esa idea de que la Copa América es una preparación para las Eliminatorias. En un país con escasos logros internacionales, un galardón no se desdeña.

La pasión hace que el fútbol sea presente. Pizarro, Vargas, hasta Farfán, deben comprender que si eliminamos a Chile de su Copa, el hincha peruano les perdonará los errores del pasado. Sería el bautizo que los limpie de pecado.

Perú-Bolivia y el acuerdo binacional

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por BRUNO RIVAS

El martes pasado en Puno tuvo lugar el Primer Gabinete Binacional Perú-Bolivia. Producto de ese encuentro se firmó la Declaración de Islas Esteves que incluye 37 acuerdos. Los primeros 36 se han hecho públicos; sin embargo, el último es un secreto que comparten los presidentes Ollanta Humala y Evo Morales. Solo los más arriesgados periodistas han podido sondear sobre la naturaleza del mismo. Uno de ellos se ha atrevido a comunicar al autor de este post el acuerdo en cuestión. En primicia lo anunciamos: El fútbol peruano y el boliviano se han fusionado.

Para nadie es un secreto que el balompié boliviano siempre ha visto con admiración al peruano. Clubes como Universitario y Sport Boys tienen sus émulos en el Altiplano. Grandes delanteros como Jorge ‘Koki’ Hirano dieron cátedra en los equipos más poderosos de La Paz. Recientemente, Marcelo Martins, la máxima estrella boliviana, comparó a la blanquirroja con Italia. Ante esos antecedentes, el acercamiento entre gobiernos se convirtió en la perfecta ventana de oportunidad para acercar a las selecciones de dos pueblos que aman y sufren el fútbol.

El encuentro disputado en Temuco por los cuartos de final de la Copa América sirvió como primer entrenamiento del nuevo combinado. Los titulares vestidos de rojo no tuvieron ningún problema en superar a los suplentes ataviados de blanco. Con suma facilidad, el primer equipo se puso tres goles arriba pero tuvo la cortesía de no concretar un marcador de escándalo. Incluso, Advíncula, uno de los más bonachones del equipo, tuvo la genial idea de cometer un penal que permitía que los suplentes salieran del campo con el honor intacto. La primera pichanga no concluyó con caras largas.

Ahora se viene la verdadera prueba de fuego para el equipo binacional. El lunes en el Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos se enfrentará a Chile por las semifinales de la Copa América. No obstante, las últimas informaciones indican que el acuerdo secreto se está resquebrajando. Emulando a lo ocurrido en la Guerra del Pacífico, la escuadra boliviana habría decidido dejar a la peruana a su suerte. Ni Chumacero, ni Martins reforzarían al equipo rojiblanco. Sin ninguna ayuda, Guerrero, Pizarro y compañía van por la heroica a Santiago de Chile. Su misión es no repetir campañas anteriores.

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