LLEGARÁ EL DÍA EN EL QUE VENEZUELA CLASIFIQUE A UN MUNDIAL. Ese día, para el hincha peruano todo estará definitivamente perdido. En ese resquicio de dignidad que le queda reposa una certeza: no será el mejor, pero al menos tampoco es el peor, o al menos eso quiere creer.  Por eso los partidos Perú-Venezuela, son, desde hace varios años, duelos encarnizados, a muerte. Que han crecido, eso nadie lo niega, pero nunca a costa de nosotros.

El problema es que ese mínimo consuelo está cada vez más en cuestión. Ahí están Bolivia y Venezuela, seleccionados tan escasos de talento futbolero como el nuestro, pero más preparados para dar lucha. Bolivia juega la Copa América como si lo que estuviera en juego fuera su salida al mar; hoy, contra Chile, sus once jugadores seguramente caerán peleando o se ganarán una condecoración de Evo. Venezuela hace de la disciplina su mejor virtud y su figura es el orden. Es como un luchador de jiu-jitsu: usa la fuerza del contrario en su beneficio. Por eso puede maniatar y doblegar a Colombia, un elenco soberbio en todas las posibles acepciones del término.  Por lo mismo, contra Perú le suele costar más.

A diferencia de Perú, que vive aferrado a un relato ganador claramente falaz, esos equipos prácticamente no tienen pasado. Bienaventurados sean. No tienen por qué elaborar e intentar que sus hinchas digieran ese discurso absurdo que reduce la Copa América a un ensayo para la eliminatoria, cuando la realidad dicta que es la competencia más importante de su calendario. Juegan nomás y tratan de ganar. El analista peruano promedio tiende a despreciar la Copa América, seguramente porque ese trofeo ya lo ganó (hace 40 años). Puesto a elegir, pareciera que prefiere jugar tres o cuatro partidos de un mundial, dentro de tres años, que pelear por meterse entre los mejores de Sudamérica ahora mismo.

Si es banco de pruebas, ¿por qué juega Pizarro, que con 36 años ya está cada vez más cerca del retiro?  ¿Por qué gritamos su gol? ¿Alguien piensa que Lobatón llegará a Rusia? ¿De qué nos sirve un partido de ensayo contra un rival que se queda con 10 a mediados del primer tiempo? ¿Por qué ahora nos ilusionamos con pasar a la siguiente fase? Además, la eliminatoria sudamericana es tan larga que cualquier pico de rendimiento que se alcance en esta Copa América apenas alcanzaría, con suerte, para tener un buen envión en las dos primeras fechas. En tres años los jugadores se lesionan, surgen nuevas figuras y las antiguas entran en declive, en suma, los planteles se renuevan. La eliminatoria es una maratón y la Copa América es una carrera de 400 metros planos. La primera mide la profundidad de los planteles, el compromiso de los jugadores, la planificación a largo plazo, la paciencia y la solidez de las organizaciones. ¿Por qué creen que nunca vamos al Mundial?

En lugar de vacunarnos contra un nuevo fracaso, juguemos nomás y seamos conscientes de que, para bien y para mal (pero, sobre todo, para bien), a Perú le toca cada cuatro años jugar en la misma liga de auténticos grandes como Argentina y Brasil. Y contra Colombia tratemos de imitar a Venezuela. Orden, disciplina, achique de espacios. Ahí está en video, fresquito.