NADIE PUEDE NEGAR QUE EN EL FÚTBOL LA HISTORIA PESA. Lo que enerva en el caso peruano es la exageración. Cada campaña de la Selección es la repetición de un ritual que empieza con un relámpago esperanzador (un gol, alguna victoria, un par de buenos partidos) y termina siempre de la misma manera: la profunda decepción. Quizás por eso, porque en el fondo sabemos que la historia siempre ha sido mala con nosotros, es que nos empeñamos tanto en sostener disparates o títulos sin valor, como cuando sostenemos que la U es un equipo copero, o insistimos en que la volante peruana fue la mejor de la primera fase de Argentina 1978. Como sabemos que la historia ha sido mala con nosotros, tratamos de reescribirla de modo un poco patético. Pero al final ésta (al menos para nosotros) se repite, sintetizada en una frase que ya es sabiduría popular: jugamos como nunca, perdimos como siempre.

Aún faltan al menos dos partidos para poder hacer una evaluación de lo que dejará para Perú esta Copa América, pero el partido con Brasil sirve como buen resumen de una realidad que trasciende a técnicos y jugadores: qué culpa tendrá Gareca de un drama que no han podido resolver, a lo largo de más de dos décadas, ni distinguidos psicólogos ni los chamanes más reputados del país. Freddy Ternero y su Cienciano supieron romper el círculo vicioso durante un par de años, pero su método –que demandaba caminar sobre carbones ardientes– era de difícil reproducción. Eso, sumado a una dirigencia que no supo –no quiso– aprovechar la oportunidad para fortalecer una institución, hizo que el papá cusqueño quedará como la excepción que confirma la regla.
De cualquier forma, la motivación y el autoconvencimiento son solamente una parte del problema, seguramente la más fácil de resolver. No se trata de creer que podemos ganar, sino de saber hacerlo. Esto requiere, desde luego, de una predisposición hacia el éxito, pero también de oficio y pericia. Esas virtudes que orientan para no perder las marcas, no cometer faltas innecesarias, no caer en las provocaciones del rival y, más bien aprovechar su desesperación. O, como el domingo, entender cuándo es el momento para bajarle el telón al partido, dejar de intentar ganarlo en los descuentos y dar un empate por bueno y guardar la pelota en el banderín del córner, lo más lejos posible del arco propio.
Perú no puede hacer nada eso. En su peor versión es claramente superado por sus rivales; en la mejor, planta cara de igual igual, o incluso juega mejor, pero nunca demuestra una predisposición activa para cerrar los partidos; más bien se limita a esperar que el tiempo corra. En los últimos diez minutos, el futbolista se confunde con el hincha que aprieta los puños, grita al televisor y pregunta cada dos minutos cuánto tiempo queda, porque más que eso no puede hacer. El futbolista sí puede, pero la ansiedad le come las piernas más rápido, no lo deja pensar con claridad y, en última instancia, lo paraliza. Luego dice que no mereció perder, lo cual a lo mejor es cierto, pero sólo durante los primeros 85 minutos.
Cambiar esto no puede ser fácil, menos en el Perú, el país de tantas oportunidades desperdiciadas. Pero algún día habrá que empezar. Un primer paso sería convencernos que la historia no cambiará por el resultado de un solo partido. Aunque sea una victoria sobre Brasil.
16 junio, 2015 at 20:54
Respecto del Perú en fútbol, los mayores hemos visto al Perú clasificarse al mundial ganándole a Argentina y hemos disfrutado también de otras clasificaciones mundialistas. Lo importante de recalcar es que en 1975 fuimos campeones sudamericanos y que esa selección peruana fue goleada 6 a0 en Quito, por la selección ecuatoriana, dos semanas antes que ese campeonato se iniciara en Brasil. Si hubiera habido la dura y destructiva crítica de hoy, es muy probable que no hubiéramos llegado. Se habría sacado al entrenador Marcos Calderón y desarmado la selección. Caso selección de Autori etc…..Debemos apoyar siempre y en todo caso hacer críticas constructivas. Darle tiempo al tiempo sin desesperanza. El entrenador y los jugadores necesitan estímulo de confianza. Todos queremos que Perú gane.