por BRUNO RIVAS
Chile es un justo campeón. Sería mezquino no reconocerlo. En un torneo en el que se jugó al límite de lo permitido -en realidad la línea fue cruzada en muchas oportunidades- fue la selección que supo sobrevivir. En un campeonato que tuvo por momentos aires de batalla campal, la roja fue la escuadra que le sacó provecho a su conocimiento del terreno. Chile alcanzó la gloria en una Copa América que se ajustó a su medida.
Mucho se ha comentado sobre fallos arbitrales que favorecieron al local. Sin embargo, los errores de los colegiados se dieron en varios partidos del torneo. No solo Chile se benefició de las fallas. Venezuela, Colombia, Uruguay e incluso el Perú le sacaron provecho a una mala decisión arbitral. El juego violento fue permitido durante toda la copa y las grandes estrellas venidas de Europa lo sufrieron. Neymar, Messi, Cavani, James, fueron golpeados una y otra vez. Este ambiente inclinó la balanza hacia los equipos que tienen vocación por la destrucción.
La primera sorpresa del campeonato, la victoria de Venezuela sobre Colombia, fue la que marcó la ruta de lo que iba a ser el campeonato. El triunfo de la vinotinto, basado en el orden y en la desconexión de los circuitos del rival, indicó que iba ser un torneo en el que las defensas se iban a imponer sobre los ataques. Si Perú y Paraguay lograron llegar a las instancias finales del campeonato fue por su aplicación en sus retaguardias. El orden y la disciplina de sus equipos le dieron réditos a Ricardo Gareca y a Ramón Diaz y les otorgaron el tercer y cuarto puesto respectivamente.
Por lo tanto, en un campeonato como el descrito parece lógico que haya triunfado la propuesta de Sampaoli. Las grandes hazañas de la roja se han basado en mantener el orden y presionar al rival en los partidos cruciales. Aplicando esa estrategia sacó de carrera a España y estuvo a un palo de eliminar a Brasil en el mundial del 2014. Aceptar la condición de escuadra menor le calza perfecto a Chile. Justamente por eso le costó sacar adelante partidos en los que partía como favorito. Si sufrió para ganarle a Ecuador, Uruguay y Perú y empató en extremis con México, es porque no se siente cómodo a la ofensiva. Le cuesta mucho saber que no está en la obligación de ahogar a los creativos rivales. Claramente, ese problema no lo tuvo en la final contra Argentina.
La albiceleste llegó como clara favorita a la final de Santiago. Durante todo el campeonato había mostrado el mejor juego y parecía haber llegado a su pico de rendimiento en la goleada de 6 a 1 sobre Paraguay. Sin embargo, los fantasmas que la persiguen desde hace 22 años volvieron a aparecer en el estadio Nacional. Argentina volvió a dejar en claro que se ha olvidado de ganar. Tal como ocurrió contra Colombia en cuartos y en la final del mundial contra Alemania, sus estrellas fallaron en los últimos metros. Pese a que tienen todo para convertirse en el imperio continental con miras mundiales, no son capaces de dar el golpe final. Los albicelestes vuelven a fracasar en sus gestas internacionales.
A diferencia de su rival, Chile sí mostró temple en la batalla final. Se paró firmemente en zonas defensivas y logró desconectar a la artillería albiceleste. Diaz, Medel y Vidal se erigieron como baluartes y se impusieron sobre las estrellas argentinas. La roja llevó el partido a su ritmo asfixiando a su rival. Su estrategia paciente indicaba que los sueños estaban convencidos que el paso del tiempo solo podía favorecerlo. En los tiros de penal mostró que la escuadra de Sampaoli no le tiene miedo al triunfo. Chile ha conquistado América por primera vez. Quizás no le alcance para triunfar luego en campañas mundialistas pero hoy por hoy posee merecidamente el podio continental.
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