Freddy Ternero acaba de partir como vivió: con discreción, una característica que ya cultivaba en sus épocas de futbolista. Solo después de que se dio la noticia de su muerte se agolparon los medios de comunicación frente a la clínica donde pasó sus últimos días y la gente se acordó que el que acaba de irse era nada menos que el entrenador más exitoso de la historia del fútbol peruano.

En un país que celebra las huachitas como si fueran goles, Ternero fue una especie sui generis: un futbolista serio, al que no le sobraba calidad pero le sobraba disciplina y compromiso. Como entrenador, hizo la carrera completa: fue asistente de Markarian en la U y de Oblitas en la selección, ganó dos títulos internacionales con Cienciano y luego llegó a DT de la selección, donde no pudo repetir el milagro. Algo muy feo debe haber visto en el fútbol peruano, porque tras eso se alejó de él y prefirió meterse a la política. Pasó dos periodos como alcalde de San Martín de Porres, uno de los distritos más caóticos de Lima.

El fútbol peruano hizo con él lo que suele hacer con los pocos personajes ganadores que produce: lo endiosó, lo deglutió, lo repudió y lo expulsó. Estaba adquiriendo demasiada relevancia y empezaba a ser una figura incómoda para el establishment, simplemente porque era demasiado serio. Creyó durante un tiempo que los títulos que había ganado le daban autoridad para reclamar cosas a los dirigentes, para empezar, un trato similar al que recibían los entrenadores extranjeros. ¿Qué mejor manera de quemarlo que darle la selección a la mitad de una Eliminatoria, cuando estaba casi eliminada? Así ocurrió. Nada mejor que unos meses al frente de Perú para desinflar la carrera de cualquier entrenador.

(Foto: Andina)
(Foto: Andina)

Alguna vez se quejó de que, luego de Cienciano, ningún equipo peruano lo quería contratar. Se sentía expulsado del paraíso. Al tiempo se acostumbró. En más de una ocasión, ya como alcalde, la prensa deportiva lo buscó para sacarle alguna declaración. Con el paso del tiempo empezó a excusarse, pues el fútbol era para él un capítulo cerrado.

Su mayor mérito fue convencernos, durante un tiempo, de que sí se podía. Y se hubiera podido más si los títulos que ganó tan esforzadamente hubieran sido acompañados con visión institucional. Tras la Sudamericana y la Recopa, Cienciano quedó en inmejorable posición para dar el salto, de equipo a club. Pero Juvenal Silva tenía otros planes –para él, desde luego– y el rojo cusqueño volvió a ser el cuadro de media tabla de siempre.

Sus triunfo pudieron ser la semilla de un legado, pero eso lamentablemente no ocurrió. Sucede que a Ternero le faltaban muchas características que distinguen a los personajes que se perpetúan en el fútbol peruano: criollada, lengua fácil, sumisión, disposición para tolerar lo que debería ser intolerable, capacidad para decir una cosa un día y exactamente lo contrario al día siguiente, ausencia del sentido del ridículo, y un largo etcétera.

Gracias por regalarnos victorias a colores, Freddy Ternero. Y mil disculpas por la ingratitud. Descanse en paz.