Allá por julio del 2006, Zinedine Zidane cometía una de las acciones más recordadas de las finales de los mundiales de fútbol. En el que fuera el último partido de una de las máximas estrellas que nos ha brindado este deporte, el diez francés le propinó un cabezazo sin contemplaciones al defensa italiano Marco Materazzi. Su brillante carrera terminaba manchada por un arrebato impropio de un jugador de su categoría. Por esos días, su brillante trayectoria parecía resumida a ese exabrupto. Hasta que de repente la ficción salió en su rescate. Javier Marías publicó en su columna semanal de El País una sólida defensa de la figura del Real Madrid. En ella, la agresión le otorgaba un mayor lirismo a su despedida. En sus palabras su último partido ya no tenía los ingredientes empalagosos de “las historias edificantes, ejemplares de superación” sino más bien un “relato hondo, extraño, quebrado, rugoso” más ligado a la buena literatura. Gracias a la ficción, Zidane recuperaba su estatura de gigante del fútbol.
En un post anterior de Curva Diagonal, Fabrizio Tealdo propone separar al deporte de la ficción y pide que renunciemos a identificar a los deportistas con la imagen distorsionada de semidioses que proyectan los grandes medios. Lo que sostendré es que eso no es solo imposible sino que, incluso, puede no ser saludable. Los simples mortales solo tenemos a la ficción. Para probarlo recurriré a tres ejemplos de ficción deportiva.
El gol de DIOS
Lo primero que tenemos que preguntarnos es cómo se construye la realidad. ¿Podemos realmente acceder a ella? Desde Platón, los filósofos le han quitado esa posibilidad a los hombres de carne y hueso. A lo único a lo que podemos acceder es a percepciones de la realidad, a las sombras de las que habla el filósofo griego. Más bien la “realidad” termina siendo una construcción, una creencia colectiva establecida por las convenciones sociales. Por ejemplo, en la antigüedad, los mitos sostenían los sentidos comunes y ordenaban la vida. La realidad era un producto de la ficción. Si bien, el advenimiento de la modernidad marcó la era de la razón, la ciencia no ha podido erradicar a los mitos. A pesar de los positivistas, aún hay situaciones inexplicables que solo puede ser entenderse a través la ficción. Por ejemplo, dioses argentinos son capaces de lograr lo imposible. Llevarse a la mitad de un equipo de mortales ingleses y alcanzar el Olimpo. Y a esos dioses soñamos imitar.
La derrota de Rocky
Los seres humanos siempre han construido sus subjetividades en base a modelos. Modelos que encuentran en la tradición oral, la literatura y actualmente en las industrias culturales como el cine y la televisión. Se suele creer que estas industrias son solo reflejos de la realidad; sin embargo, son también creadoras de la misma. Dicta la pauta de lo creíble, de aquello que queremos aceptar como lo “real”. Si el cabezazo de Zidane encaja en lo que Marías califica de obra literaria es porque expone muy bien el espíritu de una época en la cual los finales felices no terminan siendo creíbles. Vivimos una etapa de la historia en la que el espectador ha construido sus sentidos comunes a partir del final de Rocky I, del boxeador derrotado que podemos reconocer como nuestro semejante en este valle de lágrimas.
Los cañonazos de Lolo
Algunos de mis mejores recuerdos de la niñez incluyen narraciones de mi abuelo sobre sus ídolos deportivos. Con la de seguridad de un radioescucha, me contaba cómo Lolo Fernández era capaz de partir un arco de madera de un cañonazo o Valeriano López levitaba como un pájaro cuando cabeceaba. Esas eran las imágenes de los ídolos deportivos mitológicos de las épocas en los que aún existía la confianza de que podía haber un mundo mejor. La ficción de la radio construía relatos muchos más esperanzadores que los actuales. Absolutamente contrarios a los de campeones como Mayweather que se asemejan más a reportes anodinos de ingresos y egresos. Por eso no me parece que sea injusto que le pidamos a los deportistas que construyan relatos. Un retiro de Federer ganando un Grand Slam en su plenitud o de Messi alzando la Copa Mundial pueden terminar construyendo una realidad más esperanzadora. Porque qué sentido tiene el quitarnos lo que le da sentido a nuestra “realidad”: la ficción. Finalmente, es lo único que tenemos.
Deja una respuesta