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Perú

Nos tocó el grupo de la muerte

Ya sabemos que el hinchaje es irracional. Solo así se puede explicar la expectativa por un sorteo tan anodino como el de los emparejamientos para las eliminatorias de Sudamérica. Igual prendimos la tele y contemplamos atentos a Ronaldo y Forlán sacando las bolitas de la pecera –todas, presumo, a la misma temperatura ambiente– y cuando salió el nombre de Perú nuestro corazón, hay que admitirlo, se aceleró un poquito. Al final, nos tocó el número 9 de entre 10 selecciones, lo cual demuestra que, cuando se trata del fútbol peruano, hasta el azar nos hace justicia.

Al final, el fixture nos quedó así (fina cortesía de RPP):

fixture

¿Conviene o no conviene? Da para largo el debate. Otra cosa es que sea productivo o sirva para algo. Igual es saludable el cambio, aunque sea solo para variar el guión de un drama que siempre acaba igualito. Después de repetir durante tres ciclos eliminatorios el mismo fixture, ya la cosa parecía aburrida, por repetitiva: nunca clasificamos. Ahora al menos tenemos una expectativa distinta: si no clasificamos (es bastante probable) al menos no llegaremos al objetivo de una manera diferente.

Fue Sergio Markarián, que se quejaba por todo y veía fantasmas por todas partes, el que metió en la agenda el tema del calendario como una de las dificultades que enfrentaba el Perú en su tortuoso camino por las eliminatorias sudamericanas. Pero nunca, que yo recuerde, desarrolló con precisión qué partes del fixture eran las que le causaban tanta molestia. Quizás haya sido esa fecha doble de visitante que implicaba visitar La Paz y Asunción (bisagra entre la rueda de partidos de ida y vuelta). Pero si no le has podido sacar al menos un punto al Paraguay más pobre de los últimos años en Asunción… ¿estabas como para ir al Mundial? Me parece que no. Y ni hablar de Bolivia en La Paz ¿No era acaso que el futbolista peruano está habituado a jugar en los ambientes más duros? Ya la altura no asusta ni siquiera a los argentinos, y el rival menos.

Igual, el resultado fue decepcionante, osea, que pudo ser mejor. Luego de tabular las respuestas con hinchas y expertos, creo que este es el fixture que nos hubiera convenido. Hay que tomar en cuenta que, según estimaciones basadas en las eliminatorias pasadas, se necesitan al menos 23 puntos para quedar entre los cinco de arriba:

Fecha 1: Perú vs. Brasil (sin Neymar).

Fecha 2: Perú vs. Uruguay (en Cerro de Pasco y sin Suárez).

Fecha 3: Perú vs. Paraguay (en Lima nomás, que siempre les ganamos)

Fecha 4: Perú vs. Venezuela (choque de alto riesgo)

Fecha 5: Perú vs. Bolivia

Fecha 6: Bolivia vs. Perú (en Santa Cruz)

Fecha 7: Perú vs. Bolivia

Fecha 8: Perú vs. Bolivia

Fecha 9: Perú vs. Bolivia

Fecha 10: Perú vs. Bolivia

Fecha 11: Perú vs. Bolivia

Fecha 12: Perú vs. Bolivia

Fecha 13: Perú vs. Bolivia

Fecha 14: Perú vs. Bolivia

Fecha 15: Perú vs. Bolivia

Fecha 16: Perú vs. Bolivia

Fecha 17: Perú vs. Bolivia

Fecha 18: Argentina (ya clasificado) vs. Perú (en Buenos Aires)

Repechaje: Perú vs. Papua Nueva Guinea – partido de ida en Port Moresby y la vuelta en el Estadio Nacional. Felizmente Australia ahora juega con los asiáticos.

Lamentablemente, el sorteo arrojó otra cosa: tenemos que jugar con todos. Como siempre, nos tocó el grupo de la muerte.

Desdramaticemos

NADA ENERVA MÁS AL FANÁTICO QUE RECORDARLE EL CARÁCTER IRRELEVANTE SU PASIÓN. Frases como «pero si es solo un juego» o «lo importante es competir» solamente son aceptables cuando vienen de la esposa que no entiende de fútbol. Simplemente espera que esto se acabe para que los amigos borrachos del marido dejen de ensuciar la casa y ella pueda dedicarse nuevamente a su telenovela turca sin distracciones ni gritos destemplados (¡Un partido más!). También es cierto que despotricar del deporte rey siempre ha sido muy hipster, pero los intelectuales de ocasión que se empeñan en señalar que Perú puede ganar lo que quiera y eso no aliviará en nada nuestras miserias cotidianas harían bien en ahorrarse el esfuerzo. Lo tenemos bien sabido, pero igual gritamos, chillamos, nos pintamos la cara, sacamos las calculadoras, tratamos de aprendernos la estrofa del himno esa que no nos enseñaron en el colegio.

Los intentos por descomprimir son muy loables, pero están condenados al fracaso por una simple razón: aunque no lo queramos aceptar, el fútbol es más que un juego. Hay demasiadas emociones, ilusiones, traumas y trapitos sucios involucrados, demasiado ánimo de revancha y demasiada frustración acumulada como para reducir lo que pasa cuando dos países con abundante historial común –futbolístico y también de otras clases– se cruzan en una cancha. ¿Lamentable? Seguro, pero no por eso menos cierto. Y si hay algún partido que el fanático peruano quiere ganar siempre, más que cualquier otro, es el Perú-Chile. Eso también lo tenemos recontra sabido.

Angamos, 1879
Angamos, 1879

Dicho todo esto, aclaro que me parece correcto que tanto los protagonistas del juego como los periodistas y analistas serios intenten quitarle solemnidad y trascendencia al partido del lunes. Los otros, harán lo que mejor les sale. Pero a Gareca y su plantel de nada le sirve que un país entero se le suba a la espalda y le encargue una misión que parece tan solemne como recuperar el Huáscar, una cuestión de orgullo nacional.

Desdramaticemos, entonces, pero tengamos claro que el lunes, queramos o no, jugaremos una semifinal, contra el equipo local, en un estadio que tendrá naturalmente un ambiente hostil. ¿Horrible? Quizás, pero no queda más que aceptarlo como parte de ese pacto tácito por el cual decidimos ventilar nuestras diferencias en un rectángulo de césped verde. Suena como demasiado encargo para un equipo que supuestamente está en formación, aunque tiene varios titulares que superan los 30 años.

Sin embargo hasta ahora Perú ha hecho las cosas bien: ganó con justicia el triangular entre los equipos más débiles del continente y no se quebró contra equipos sobre el papel superiores, como Colombia y Brasil. Ha sido competitivo y eso le ha valido para sacar esta cita con la historia. Para los veteranos de este grupo (Pizarro, Farfán, Vargas, Lobatón), el reto de sacar Chile de su Copa, organizada con tanto esmero, es una oportunidad de redención. Más que seguro, la última que les queda.

Para el resto, los jóvenes del plantel, es la oportunidad de demostrar que con ellos el futuro puede ser diferente al pasado.

Perú ha hecho hasta ahora una gran Copa América. Pero le falta un gran partido contra un gran rival en un gran escenario. Le llegó casi sin buscarlo. Ya demostró que tiene fútbol para competir. Ahora tiene le toca probar si, a diferencia de anteriores planteles, también puede hacer gala de carácter.

Un Perú moderno

por FABRIZIO TEALDO

Después de la primera fecha de la Copa, Jorge Barraza escribió que Perú debía imitar en todo a Venezuela: solidez, rigurosidad en la marca, cobertura de espacios. Los dos columnistas de este blog suscribieron a Barraza. Yo me opuse. Argumenté que Perú no tenía con qué imitar la propuesta destructiva venezolana, y que me parecía correcta la idea de Gareca de priorizar el buen pie, la posesión y el ritmo.

Es fácil emocionarse cuando la selección gana, pero el entusiasmo no se debe al resultado. Siempre he considerado que por encima de los jugadores está el grupo, y Gareca ha conseguido formar un grupo sólido que cree en la idea de juego. En Brasil 2014 sostuve que Tevez no debió ser incluido en el plantel argentino. Su historial de conflictos en el vestuario es irrefutable: de todos los equipos por los que pasó se fue peleado con el entrenador, compañeros y a veces hasta la hinchada. Se trata de un tipo difícil que podía mermar la interna. Seguramente hubiese jugado mejor que Higuaín o Agüero, pero lo más probable es que su presencia contaminara el buen ánimo de la albiceleste.

A partir de la formación del grupo en la selección, aparecen otras virtudes: mentalidad, ritmo sostenido los 90 minutos, apuestas de nuevos jugadores y cambios de posición que han rendido. Chile, el mejor equipo en lo que va de la Copa, será la medida para establecer si lo positivo que vemos en la selección no es un espejismo, como el 1-0 a Chile en Lima en las Eliminatorias a Brasil 2014.

  • Mentalidad: cuando Brasil nos volteó el partido en los minutos de descuento, vimos una historia repetida. Al siguiente partido frente a Venezuela, la selección no mostró nivel, pero sí calma, a pesar del golpe de haber perdido  sobre la hora (otra vez) contra los de Neymar. Frente a Colombia la concentración en los duelos individuales y priorizar el cero en arco propio mostraba una actitud diferente. Con Bolivia, la selección asumió su papel de favorito. Vargas se proyectó (el venenoso centro del primer gol sale de su zurda, con efecto y potencia para que llegue el 9 al borde del área chica), cuando en toda la fase de grupos el ‘Loco’ priorizó la marca. Otros temas: jugadores emblemáticos esperan en la banca sin queja; los sacan y no reniegan; en cuatro partidos no tenemos expulsados; los únicos suspendidos han sido los volantes de primera línea (Lobatón y Ballón), posición donde se comprende la acumulación de faltas y tarjetas amarillas. Reitero: la prueba de si el equipo tiene mentalidad será en las semis en el Nacional de Santiago frente al local, donde nos hemos comido goleadas y planteles anteriores entraron a la cancha con las piernas dobladas. La otra prueba de mentalidad será que resistan el endiosamiento. La labor del psicólogo que trabaja con la selección desde el primer día como un elemento indispensable para Gareca en el proceso, se verá no cuando los seleccionados estén pasando las fronteras, sino de locales, cuando deban resistir los murmullos del Estadio Nacional, los oles soberbios, las vedettes, el glamur o el barrio.

Advíncula James

  • Ritmo: no recuerdo otra selección peruana que mantenga el rendimiento los 90 minutos. Es cierto que Advíncula y Cueva corren por dos y le dan respiro al resto del plantel, pero esos pulmones adicionales son indispensables para cualquier equipo. Incluso, veo que debido al ritmo es que hasta estamos pegando con más inteligencia. Fuimos rigurosos en marca con Colombia, hubo una plancha peligrosa de Lobatón, algunas barridas a destiempo, pero es muy distinto pegar corriendo que golpear a un jugador sin el balón o meter un codazo de la nada, que hacerlo a velocidad, con intención de marca.
  • Nuevos jugadores: además de Cueva -mérito absoluto de Gareca, pues nadie confiaba en esta apuesta y ha sido el más destacado en lo que va de Copa-, sumo a Zambrano, Advíncula y Ascues. El lateral ha mejorado aspectos técnicos para el primer pase y sobre todo en el pie a pie. Tiene un entrenador personal con el que se capacita en defensa y ataque. A su impecable condición física le ha sumado juego. Virtud a la perseverancia de un extremo reconvertido en lateral. Zambrano, a su vez, ha comprendido que se le necesita como líder atrás, no como matón. La reconversión de Ascues de central tiene emocionado hasta la excitación a Juan Pablo Varsky, el comentarista de Directv que sabe como nadie.

Zambrano hincha

En síntesis: la selección al fin muestra un desempeño profesional. El gran problema del fútbol peruano es que sigue siendo amateur: divisiones inferiores desprolijas, dirigencia corrupta, jugadores indisciplinados. Este Perú muestra una dinámica moderna, aquella que a partir de los ochentas y noventas marcó el fútbol de primer nivel, precisamente la etapa donde inició nuestra debacle por mantenernos en la etapa amateur, época donde nuestros logros se estancaron. Además, se ha visto distintas propuestas: contra Colombia se cuidó el empate, pero frente a Bolivia se asumió el protagonismo. Es saludable ver que Gareca tiene planes según el rival y que no es un fundamentalista.

El tema está en Eliminatorias. El plantel corto complica en un torneo que se extiende dos años. Perú mantiene concentración tres semanas, con partidos seguidos. Manejar la ansiedad que genera jugar de local y de visita en partidos distanciados por meses, donde se habla mucho en torno a ellos en ese lapso, requiere equilibrio, paciencia, estabilidad emocional. Seguimos dependiendo de la consistencia de Guerrero y Farfán, que ya pasan los 30 años. Como se dijo en este blog, «La eliminatoria es una maratón y la Copa América es una carrera de 400 metros planos. La primera mide la profundidad de los planteles, el compromiso de los jugadores, la planificación a largo plazo, la paciencia y la solidez de las organizaciones».

Lo conseguido hasta ahora no debe ilusionarnos, porque en la Copa del 2011 también llegamos a semifinales y en Eliminatorias no dimos pelea. Además, aún no se demuestra un desempeño en ofensiva que deslumbre y a pesar de mostrar solidez defensiva, hay errores atrás y la asociación arriba se impuso sólo frente a Bolivia, un rival de menor jerarquía.

No comparto esa idea de que la Copa América es una preparación para las Eliminatorias. En un país con escasos logros internacionales, un galardón no se desdeña.

La pasión hace que el fútbol sea presente. Pizarro, Vargas, hasta Farfán, deben comprender que si eliminamos a Chile de su Copa, el hincha peruano les perdonará los errores del pasado. Sería el bautizo que los limpie de pecado.

Venezuela y su arriesgada sinfonía destructiva

por BRUNO RIVAS

Los jugadores de fútbol siempre han estado divididos en dos grandes grupos: los creadores y los destructores. Así como hay volantes y delanteros nacidos para armar paredes y construir túneles, existen los cancerberos cuya alegría se sostiene en la interceptación de un pase o el bloqueo de un remate. Como el balompié es un deporte colectivo, dicha división también sirve para clasificar a los equipos. Mientras que hay escuadras que optan por la construcción, hay otras que apelan a la demolición constante. Aquel que haya seguido con detenimiento la Copa América no dudará en reconocer a Venezuela dentro de la segunda categoría.

La vinotinto llegó a la Copa América de Chile totalmente consciente de su carencia de creadores. Es por eso que Noel Sanvicente ha apostado por darle sinfonía a lo que tiene en abundancia. Ha caído en la cuenta de que es en la destrucción donde su escuadra encuentra ritmo y tempo. Dicha estrategia le dio frutos en su debut en el certamen continental. En Rancagua venció a la favorita Colombia tras desconectar todos los circuitos de una máquina que parecía perfectamente engranada. Venezuela hizo de la demolición la norma y supo anotar en el arco de un rival frustrado. Un cabezazo de Rondón fue el mazazo que terminó de destruir el edificio colombiano.

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Pero, en su segunda presentación, los venezolanos no le han podido sacar provecho a su ritmo destructivo. En el encuentro contra Perú no se encontraron con paredes que demoler o circuitos que desconectar. Se vieron con una selección tan carente de creativos como ella y no supo cómo reaccionar ante eso. Ante la ausencia de un edificación que demoler, concentró sus impulsos destructivos en los jugadores rivales. Y le costó caro. En el minuto 28, un frustrado Fernando Amorebieta pisó sin necesidad al nueve rojiblanco y condicionó la performance de su escuadra. La vinotinto mantuvo su concierto de golpes pero no tuvo piernas para aguantar a un rival tan empeñoso como ella. En el segundo tiempo, un intento de bloqueo se transformó en la asistencia perfecta para Claudio Pizarro quien no dudó en anotar. Venezuela salió derrotada de Valparaíso por no haber sabido canalizar sus tendencias destructivas.

Ahora la escuadra caribeña se jugará la clasificación ante un equipo que no contará con su principal arquitecto. Cabe la duda de cómo reaccionará ante una verdeamarela que, pese a sus intentos, no ha podido generar. La gran pregunta es si el domingo logrará sacarle provecho a su siempre arriesgada sinfonía destructiva.

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