por BRUNO RIVAS

Desde su primera participación en la Copa América, la selección azteca ha mostrado que tiene una tendencia a no respetar las reglas que debe seguir un buen invitado. Allá por 1993, en su debut en Ecuador tuvo la osadía de eliminar al anfitrión y llegar a la final del torneo. Solo la última gran actuación argentina evitó que los norteamericanos se llevaran el torneo que organizan los del hemisferio sur. La selección de Hugo Sánchez, ‘Zague’ y Jorge Campos casi comete en Guayaquil un rapto propio de un príncipe troyano.

En las siguientes ediciones, México se comportó un poco mejor. A excepción del 2001, donde nuevamente estuvo a punto de quitarle la novia al anfitrión, ha tenido actuaciones en las que ha mantenido el perfil bajo propio de un tímido convidado. Sus participaciones se limitaban a pasar las primeras instancias con un fútbol que no aburría ni deslumbraba. Parecía que ‘el Tri’había comprendido cuáles eran los tiempos adecuados de estadía y despedida.

No obstante, desde la Copa América de Argentina, México ha vuelto a mostrar su tendencia a la insolencia. En el 2011, respondió de mala manera a la invitación y mandó a una delegación de segundo nivel. Una Sub-20 mexicana se presentó en los estadios de San Juan, Mendoza y La Plata y brindó una performance para el olvido. Sus cero puntos en tres partido dejaron claro que ese equipo no estaba a la altura de las circunstancias. Quedaba demostrado que los aztecas no habían cumplido con el protocolo.

México-Bolivia

Con ese precedente, se esperabaque para Chile, los mexicanos corrigieran su error. Sin embargo, lo han repetido. Han vuelto a mandar a una selección de segundo nivel y han puesto como excusa que hay una mejor fiesta en el Norteamérica. Están guardando sus mejores atuendos para los bailes en EE.UU. y Canadá. Y los resultados de su decisión saltan a la vista. Una partido sin goles en Viña del Mar ante la débil Bolivia marca la pauta de lo que será otra presentación solo para cumplir. No hay respeto para los anfitriones.

Pero no todos ven con malos ojos a la insolencia mexicana. Quizás, gracias a los aztecas, el Perú no quede último en la tabla general. Por suerte, siempre hay alguien que puede ser más impresentable.