Por Bruno Rivas
Cuando Pier Paolo Pasolini (1922-1975) hablaba de fútbol solía soltar frases felices. Para el cineasta y literato italiano, el fútbol era el único gran rito contemporáneo, superior al cine y verdadero reemplazante del teatro. Tanta era la pasión de Pasolini por el balompié que llegó a compararlo con el lenguaje. En su sistema de símbolos, el gol es la máxima expresión y aquellos jugadores capaces de marcarlos y regatear a sus rivales son considerados poetas. Más bien aquellos futbolistas que se escudan en la táctica y el orden colectivo son ubicados en la categoría de prosistas. En la década en que el intelectual italiano planteó ese sistema los grandes poetas eran los brasileños, mientras que los mejores prosistas eran los italianos.
Han pasado más de cuarenta años desde que Pasolini planteó su lenguaje futbolístico y mucho ha cambiado en el balompié. Para nadie es un secreto que cada vez hay menos poetas. La prosa ha invadido al deporte más popular del mundo. Incluso los brasileños han perdido su categoría literaria y son superados por equipos que no dominan lo poético. Incluso entre los grandes cracks actuales, la poesía no predomina sobre la prosa. Lo que quiero proponer es que en la entrega del Balón de Oro, el único finalista al que Pasolini hubiese reconocido como poeta es Neymar.
No tengo dudas de que mi sentencia es abiertamente polémica. No serán pocos los que se indignarán y dirán que la presentaciones de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo son poesía pura. Y en cierto modo tengo que aceptarlo. Sin embargo, alegaré que lo que ellos hacen es una bastante popular en los círculos literarios contemporáneos: la poesía en prosa.
Si algo tienen en común Messi y Ronaldo es haber dominado el arte del regate y de la definición. Cuando ambos toman el balón es sabido lo que van a realizar… y pese a eso son imparables. Lo que han conseguido es hacer de la poesía un sistema. Cada regate está medido, cada finta ha sido previamente calculada. Es fruto de la repetición constante, del trabajo disciplinado. La prosa poética parece tenerlo todo. Sin embargo, lo que le hace falta a los versos de los grandes cracks de la actualidad es el ingrediente que más disfrutaba Pasolini: la improvisación.
Justamente improvisación es lo que le sobra a Neymar. Desde que llegó al Barcelona semana tras semana nos regala jugadas que rompen con la monotonía. Ya sea en la Liga Española, la de Campeones o en el Mundial de Clubes, el crack brasileño deslumbra con jugadas que evocan a las viejas glorias del Scratch. Su estilo desenfadado incluso ha causado polémica. Una bicicleta realizada en la final de la Copa del Rey provocó una reacción airada de los jugadores del Athletic de Bilbao. Y es que como todo buen poeta es incomprendido por aquellos que solo admiten la prosa en el fútbol. Justamente ese episodio estaría poniendo en evidencia que hay algo que no está funcionando bien en el fútbol. Si un crack ya no puede hacer una bicicleta en un partido, es momento de reflexionar.
Las chances de victoria de Neymar en la premiación del Balón de Oro son bastante limitadas. No obstante, insisto en que si Pasolini tuviera la chance de votar lo haría por el brasileño. Quizás vería en ese triunfo la posibilidad de una resurrección de los poetas del otrora gigante del fútbol.
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