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Deporte – ciencia

mes

junio 2015

México, el invitado insolente

por BRUNO RIVAS

Desde su primera participación en la Copa América, la selección azteca ha mostrado que tiene una tendencia a no respetar las reglas que debe seguir un buen invitado. Allá por 1993, en su debut en Ecuador tuvo la osadía de eliminar al anfitrión y llegar a la final del torneo. Solo la última gran actuación argentina evitó que los norteamericanos se llevaran el torneo que organizan los del hemisferio sur. La selección de Hugo Sánchez, ‘Zague’ y Jorge Campos casi comete en Guayaquil un rapto propio de un príncipe troyano.

En las siguientes ediciones, México se comportó un poco mejor. A excepción del 2001, donde nuevamente estuvo a punto de quitarle la novia al anfitrión, ha tenido actuaciones en las que ha mantenido el perfil bajo propio de un tímido convidado. Sus participaciones se limitaban a pasar las primeras instancias con un fútbol que no aburría ni deslumbraba. Parecía que ‘el Tri’había comprendido cuáles eran los tiempos adecuados de estadía y despedida.

No obstante, desde la Copa América de Argentina, México ha vuelto a mostrar su tendencia a la insolencia. En el 2011, respondió de mala manera a la invitación y mandó a una delegación de segundo nivel. Una Sub-20 mexicana se presentó en los estadios de San Juan, Mendoza y La Plata y brindó una performance para el olvido. Sus cero puntos en tres partido dejaron claro que ese equipo no estaba a la altura de las circunstancias. Quedaba demostrado que los aztecas no habían cumplido con el protocolo.

México-Bolivia

Con ese precedente, se esperabaque para Chile, los mexicanos corrigieran su error. Sin embargo, lo han repetido. Han vuelto a mandar a una selección de segundo nivel y han puesto como excusa que hay una mejor fiesta en el Norteamérica. Están guardando sus mejores atuendos para los bailes en EE.UU. y Canadá. Y los resultados de su decisión saltan a la vista. Una partido sin goles en Viña del Mar ante la débil Bolivia marca la pauta de lo que será otra presentación solo para cumplir. No hay respeto para los anfitriones.

Pero no todos ven con malos ojos a la insolencia mexicana. Quizás, gracias a los aztecas, el Perú no quede último en la tabla general. Por suerte, siempre hay alguien que puede ser más impresentable.

Una Copa no basta

Seis ediciones consecutivas de la Copa América alcanzando los cuartos de final; la última vez que no clasificó fue en 1995. Desde el 93, ha sobrevivido a dos grupos de la muerte. Suenan a los palmarés de una selección consolidada, pero no, son los de la blanquirroja. Hay más. En 1993 Perú clasificó invicto en el Grupo B, que completaban Brasil, Chile y Paraguay; la Roja de “Bam Bam” Zamorano se quedó en el camino, con soberbia actuación de “Miguelón” Miranda, tapada de penal incluida al 9 de la selección chilena y el Real Madrid en el partido decisivo, que ganamos 1-0 con gol de “Chemo” Del Solar. En el 2001, la selección clasificó como el mejor tercero también del Grupo B, otro de la muerte, completado por Brasil, México y Paraguay.

Perú Grupo Copa América 93

¿Cómo una selección que deambula entre el malestar y la vergüenza ha tenido actuaciones por encima del promedio, mejores que las de mundialistas como Paraguay o Ecuador? Hay algo de mérito de la blanquirroja, selección que al tener un plantel tan corto, le sientan mejor los torneos que duran semanas a los que se prologan años como las Eliminatorias. El otro es que clasificar en la Copa es fácil, tremendamente fácil.

De doce selecciones, en la fase de grupos sólo se quedan cuatro. El resto, directo a cuartos de final. Costa Rica pasó la primera fase en el 2004 con un partido ganado y -3 de diferencia de gol; Uruguay en el 99 con 3 puntos y -2 de promedio; Colombia en el 97 también con 3 puntos y 0 de promedio. Los números en la Copa nos juegan a favor. En la edición actual basta con ganarle a Venezuela y que en otro grupo dos equipos saquen un punto; o sea, que empaten entre ellos y pierdan sus otros dos partidos. Es tan mero trámite, que incluso con un empate y si no te golean, se puede llegar a cuartos. Nunca se ha dado, pero siempre hay una primera vez. Como está Perú, hay que apuntar a lo inédito. Varios venimos haciendo numerología desde antes de empezar a jugar.

Pero no solo está el tema de lo fácil que es pasar. Añado el ya mencionado asunto del plantel corto. En una Eliminatoria, las lesiones, declive de rendimiento durante la temporada, en fin, todos los factores que conocemos de memoria, se vuelven intramitables debido al fixture largo, con fechas distanciadas por meses. Sin embargo, en unas cuantas semanas son manejables para un once con las ideas claras y una cuota decente de gol. La prensa, además, juega menos en contra, porque el hostigamiento se reduce fuera de las fronteras, donde los enviados especiales o corresponsables prefieren adular para conseguir notas y los asediados por la prensa extranjera son las estrellas que visten otras camisetas. Anímicamente la Copa no pesa tanto para la blanquirroja. No tiene punto de comparación con la presión del Mundial, al límite de que Peredo sostiene que la Copa es una prueba para ver el lugar en el que estamos parados a nivel Sudamérica y apuntar al Mundial del 2018.

Todo esto lleva a que Perú suela clasificar en la Copa, incluso con resultados históricos como aquel 3-0 a Uruguay, la reciente eliminación en cuartos a Colombia o el repaso que Paolo Guerrero le dio a la zaga venezolana por el tercer puesto de la última Copa América, en ese 4-1 que hizo del antepenúltimo puesto en las Eliminatorias más triste y patético.

Paolo Venezuela 2011

El tema, como me dicen varios amigos, es que ahora no estamos ni para ganarle a Venezuela. Si tuviéramos a Jamaica o Bolivia en el grupo, los otros dos del bombo 4, me atracaban la numerología, pero con Venezuela, no. Me gusta dar la contra, qué se le va a hacer, soy un diagnosticado del Dr. Mehmet Uqbar, así que a Betsson para meterle unas fichas de puro loco,  a lo Gareca, que apuesta por Vargas de lateral izquierdo para ganar peso ofensivo, como si eso fuera lo que nos falta.

Chile: ¡ay, qué difícil es ser del primer mundo!

por BRUNO RIVAS

En la inauguración de la Copa América, a pocos minutos del debut de ‘La Roja’, la presidenta Michele Bachelet se mantuvo en silencio. A pesar de que la fiesta daba pie para que la anfitriona se despachara a sus anchas, la mandataria prefirió evitar posibles abucheos. Y es que pese a que el país del sur marca la pauta en Sudamérica en desarrollo económico y social, el descontento social es grande. Las expectativas han crecido y ahora las aspiraciones se van asemejando a las que se experimentan en países del primer mundo. Y ese ánimo también se refleja en los gramados. Por cómo se dan las circunstancias, la selección chilena ahora parece sentirse obligada a jugar como las que están en el Viejo Continente.  

Días antes del inicio de la Copa, en la prensa chilena buscaban explicaciones científicas al tiro al palo que evitó que su selección eliminara a Brasil del Mundial del 2014. A todas luces, el equipo de Jorge Sampaoli había hecho los merecimientos para tumbar al anfitrión y pasar a cuartos de final. Solo un viento traicionero podía explicar la vuelta a casa de un seleccionado que jugaba al estilo del Barcelona multicampeón. Lo justo hubiese sido que se codeara con equipos de despliegue generoso, similares a él. Por eso, este torneo se presenta como la ventana de la consagración. Alzar por primera vez la Copa América será la prueba fehaciente de su nueva realidad.

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Sin embargo, lo expuesto enel debut en el Estadio Nacional de Santiago ha dejado algunas dudas. El equipo que debió atropellar a Ecuador, solo pudo embestir en los primeros quince minutos. Tras ese primer aventón, fue domado por un cuadro que no mostraba un fútbol que se asemejara al de las grandes potencias. El vértigo fue diluyéndose y el trámite se volvió tercermundista. Bachelet empezó a sudar. Los manifestantes encontraban más razones para realizar destrozos.

Pero las leyes no escritas del balompie, una vez más fueron en rescate del anfitrión. Un penal dudoso hizo recordar un poco lo ocurrido en la inauguración del mundial de Brasil. Media hora después, y tras un palo salvador, Bachelet era enfocada por la televisión chilena. Sus aplausos al gol de Vargas mostraban que todavía es posible pensar que la selección está a la altura de las circunstancias. Tras el 2 a 0, igual hubo destrozos; no obstante, ellos demuestran que las expectativas son altas, como las del primer mundo.       

El Perú (el seleccionado) está calato

Por Bruno Rivas

Tras la caída del Muro de Berlín, el mundo es otro. Desde entonces, un solo sistema político y económico tiene la hegemonía en el planeta. El libre mercado tumbó todas las fronteras y ha provocado que el movimiento de mercancías y personas siga un flujo constante.  En ese escenario global, los peruanos tenemos la oportunidad de participar. Todas las puertas nos han sido abiertas para invertir o desarrollarnos. En realidad, todas menos una: desde que cayó el Muro de Berlín, el Perú no ha podido acceder a un Mundial de fútbol.

Nuestra última oportunidad real de clasificación ocurrió en las eliminatorias del 86. En 1985, en el Monumental de Nuñez, un tal Ricardo Gareca empujaba una pelota que nos mandaba a un repechaje fatídico con Chile. No importaron los resultados en Lima y Santiago de Chile. La oportunidad había muerto en Buenos Aires. A partir de esa fecha, la suerte ha estado echada. Somos un mendigo que deambula por las eliminatorias y que nunca halla destino.

Un mes y medio antes de la caída del Muro de Berlín, el Perú había concretado su, hasta entonces, peor participación en eliminatorias. Cero puntos, a costa de sendas derrotas en sus emparejamientos con Bolivia y Uruguay, eran el reflejo deportivo de la miseria social que se vivía en el país. Los especialistas nos recetaban una terapia de shock. En el 90 se esperaba un cambio. Y ese cambio trajo consigo al neoliberalismo.

A inicios de la década del noventa, la inversión extranjera estaba rescatando al Perú de la debacle económica. El fútbol peruano parecía necesitar también una inyección foránea. Siguiendo el modelo, llegó un yugoslavo apellidado Popovic que nos ubicó primeros en el ‘Grupo de la Muerte’ de la Copa América de Ecuador. Sin embargo, pese a ese arranque auspicioso, los resultados fueron casi tan penosos como los de la eliminatoria anterior. Un empate con Paraguay en casa evitó que repitiéramos los cero puntos de la performance del 89.

Ya en los últimos años del siglo XX, empezó a gestarse la trama del Perú como cuna de los emprendedores. La promesa de que cualquier peruano que se esfuerce lo suficiente puede acceder al paraíso empezó a expandirse. Y ese espíritu llegó a las canchas de fútbol.  Nos olvidamos de los extranjeros y se le dio la dirección técnica a un ‘cholo terco’. Juan Carlos Oblitas hizo un equipo al que le implantó la mística de la nueva clase media emergente. Con un grupo de jugadores esforzados pero poco técnicos, y en su mayoría del medio local,  se quedó a algunos goles de llevarnos al Mundial. El milagro peruano casi se cumple. Y desde entonces soñamos con concretar ese resultado frustrado.  Nos tragamos el cuento de que era posible clasificar solo apelando al discurso del emprendedor.

El 'Chorri Palacios', el gran emprendedor peruano. (Fuente: América TV)

El Chorri Palacios, el gran emprendedor peruano. (Fuente América TV) 

En todo lo que va del siglo XXI, el Perú ha repetido el libreto. No existe la duda de que el neoliberalismo y los emprendedores nos llevarán al primer mundo. No importa que el Estado y la autoridad hayan desaparecido y que la cultura de transgresión se haya reforzado en el país. Y en el fútbol nacional este discurso se expresa a la perfección. Eliminatoria tras eliminatoria hemos apostado por entrenadores con discurso técnico sofisticado o por caudillos populistas que nos han hecho pensar que el sueño del Mundial está a nuestro alcance. Maturana, Autuori y Markarián, por un lado, y Uribe, Ternero y Chemo, por el otro, hicieron del “Sí se puede” o del “Creo en ti, Vamos, Vamos Perú” mantras capaces de hacernos olvidar que tenemos un campeonato de fútbol que se quedó en los ochenta y jugadores que prefieren el goce al profesionalismo. Con fórmulas teóricas perfectas o con llamados al honor nacional, nos convencieron de que el ‘Chorri’ Palacios o Paolo Guerrero eran capaces de eliminar a equipos cuyo peor resultado es la clasificación a los octavos de final del mundial. Ellos aplicaron a la perfección el sentido común hegemónico contemporáneo que indica que los peruanos somos los emergentes que podemos llegar a Corea-Japón, Alemania, Sudáfrica o Brasil sin necesidad de invitación.

(Foto: Andina)
(Foto: Andina)

Recién por estos días suena fuerte, incluso entre los liberales, la idea de que “El Perú está calato”. Que eso que creíamos que era un milagro económico no tiene sustento. Que los más de veinte años de neoliberalismo no han generado instituciones ni un sistema que nos permita colarnos en el grupo de los países emergentes. Sin embargo, el fútbol peruano y sus hinchas estamos haciendo oídos sordos a ese nuevo discurso. Confiamos en que el ‘Tigre’ que nos eliminó nos llevará al mundial de Rusia. No importa que los jugadores locales compitan en un campeonato pobrísimo y que los extranjeros salgan a celebrar a las pocas horas de llegar al Perú. Tengo la esperanza de que quizás ahora, en las tierras del vecino que odiamos y que admiramos al mismo tiempo, por fin nos convenzamos que el seleccionado está tan calato como nuestro país. Que no hay emprendedores ni milagro peruano que valgan. Que solo un cambio de sistema puede devolvernos a los tiempos en que el Perú jugaba como cuando existía el Muro de Berlín.

El fútbol y la ciencia

Fútbol hinchas peru

«El fútbol es popular porque la estupidez es popular», dicen que dijo Jorge Luis Borges, no en vano el más inglés de los escritores argentinos. No son pocos los intelectuales que han intentado darle la razón, incluso con base científica. Un reciente estudio parece haberlo conseguido: luego de complejos experimentos conductuales y de laboratorio, el Dr. Mehmet Uqbar, de la prestigiosa universidad de Diyarbakir, en el Kurdistán turco, asegura haber encontrado una relación directa entre visionado repetido de partidos de fútbol y la inhibición de ciertos neurotransmisores, entre ellos la dopamina. El resultado es un estado de virtual bloqueo de las funciones cognitivas. Aunque consciente y por ratos eufórico, el sujeto es virtualmente incapaz de adquirir nuevo conocimiento o incorporar nueva información que lo lleve a modificar sus creencias anteriores.

Para llegar a sus sorprendentes conclusiones, el Dr. Uqbar trabajó con dos grupos de voluntarios, uno de hombres y otro de mujeres. A los primeros les puso una larga serie de partidos históricos del Besiktas de Estambul, equipo del que solía ser fanático hasta finales de los noventas, cuando de modo abrupto –y sin que explicación racional, como él mismo ha reconocido– empezó a detestar el balompié. A las mujeres les puso repeticiones de telenovelas de su país, a fin de contrastar las reacciones. El resultado fue asombrosamente similar: tanto varones como féminas entraron en estado de extrema terquedad. Las mujeres, por su parte, insistieron con creciente agresividad en que el actor Halit Ergenç era más guapo que George Clooney o Brad Pitt, reconocidos referentes de la belleza masculina madura a nivel mundial.

El Dr. Uqbar prepara un detallado informe sobre su estudio, que espera sea publicado por Nature, para la debida validación de sus pares. Sin embargo, según ha expresado en los ambientes académicos, primero desea hacer una nueva ronda de experimentación en el Perú, país que no conoce aún, pero con el que asegura sentir una extraña sensación de cercanía desde que un elegante volante zurdo de apellido Del Solar llegó a Turquía para vestir la camiseta de su otrora querido club. Además, le han dicho que su comida es bien rica y que sus mujeres –las más bellas del continente– suspiran por Onur.

El Perú, además, resulta un país ideal para revisar la validez de sus experimentos. A Uqbar le resultó fascinante enterarse de que en un lejano país de Sudamérica los hinchas tienen la costumbre de repetir de manera compulsiva los videos de partidos de su selección jugados hace décadas, al punto de que han quedado convencidos de que en algún punto de su historia fueron una potencia futbolística. Incluso hay quienes sostienen que Perú debería reclamar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1936. Como consecuencia, los fanáticos peruanos renuevan su terca ilusión cada vez que su selección, ubicada actualmente en el puesto 61 del ránking de la FIFA, sale a jugar un campeonato.

Aun a falta de esta última validación, los hallazgos de Uqbar no han pasado desapercibidos. Avispados gerentes de marketing ha aprovechado la coyuntura para lanzar nuevos modelos de camisetas que, cosa curiosa, se compran con avidez, tanto en sus versiones oficiales como piratas. Futbolistas de equipos de tercera línea europea ocupan los espacios en las vitrinas de las tiendas deportivas que hace unos días estaban reservados a Lionel Messi y Luis Suárez. Y en el colmo de la audacia calculada, un supermercado ha ofrecido devolver la plata a todos los que compren televisores en sus tiendas, siempre que Perú llegue a la final. El domingo el Perú juega con Brasil y el país estará paralizado. En la mente del peruano promedio planea una idea: el Perú-Brasil de 1970 fue el mejor partido de la historia de los mundiales. Dicen que lo dijo Joao Havelange, que nunca en su vida mintió. Al menos ese partido se puede ver en colores.

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