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Curva Diagonal

Deporte – ciencia

Autor

Fabrizio Tealdo Zazzali

Deportólogo de profesión, en el entusiasmo inicial de la juventud me capturó el fútbol, y poco a poco llegó el fanatismo, la más bella de las enfermedades. La vida derivó en otros deportes, y ya hace varios lustros que no hay madrugada ni sueño que doblegue un Australian Open, obligación ni evento social que supere una jornada de NBA, NFL, Juegos Olímpicos, ni qué decir un mundial ni cualquier Grand Slam. El oficio derivó en escribir sobre lo que se vive.

Los Leones de Lisboa

El Celtic recordó de qué está hecho. Después de caer 7-0 en el Camp Nou, frenaron la tanda de victorias seguidas del City de Pep. Acá dejamos el recuerdo de su victoria más sonada de los últimos años contra el equipo que los acaba de humillar, el Barcelona, otra vez en Glasgow como una especie de revancha anacrónica, y un poco más de historia.

Toda elección define un rumbo, pero el nacimiento decide el destino. Fundar un club de fútbol en Glasgow, bajo el yugo inglés, en plena era Victoriana, ya es de por sí nacer marginado. Pero un club creado en 1887 bajo la pobreza, por descendientes de irlandeses católicos fuera de su patria y donde prevalece otra religión, era indicio suficiente para que el Celtic quedara relegado a las curiosidades del pasado, ni soñar con la gloria.

Pero esta lectura de laboratorio, como toda perspectiva elitista, olvida que en la periferia los hombres se acostumbran a la lucha y comprenden que en cada logro está la gloria que sólo ellos no vieron como imposible.

El Celtic de Glasgow llegó a la temporada 1966-67 del campeonato más importante de Europa con pocas ilusiones, a pesar de que celebraba su 80 aniversario. El equipo lo conformaban escoceses que nacieron en un radio de 50 kilómetros de Parkhead, donde se levanta su estadio, Celtic Park. Enfrentar el campeonato de clubes más importante del mundo con jugadores nativos ya es de por sí bello, y hoy improbable, pero ese mismo año a lo bello sumaron lo impensado: el Celtic del 67 es el único equipo escocés que ha levantado el trofeo de clubes más distinguido del mundo, y el primer británico en hacerlo; ni el Manchester United, ni el Liverpool, los celtas lo hicieron antes que cualquier inglés. En la final en Lisboa vencieron 2-1 al mítico Inter de Helenio Herrera, el favorito de todos que ya conocía de títulos a nivel continental.

No fue una casualidad el logro de los Leones de Lisboa —así se les recuerda, lo merecen, más si el apodo parece haber sido obra de futboleros portugueses.

El Celtic Park es un infierno al que le falta prensa. Sus más de sesenta mil almas ven en ese campo la ilusión, la posibilidad de la noche heroica en esa camiseta de listones albiverdes, tan clásica, tan hermosa. Y si hay que ir afuera, se hacen sentir. No tengo la menor duda de que en Portugal hace 45 años fueron locales.

¿Contra qué lucha el Celtic? Se enfrenta a lo imposible. En el 2012 cumplieron 125 años y, por casualidad del calendario, recibieron al Barcelona campeón de todo. Pero los escoceses no fueron a ver a los catalanes ni a Messi, pagaron su entrada para ver al Celtic y sólo al Celtic, recibieron a sus once en un campo de leyenda: las graderías ataviadas con todo el color y la esperanza, los cantos recordando que nunca caminarán solos. En los 90 minutos, con ese fútbol respetuoso de la tradición inglesa de juego vertical por las bandas, de celebrar cada balón parado como un gol —pueden jactarse de no haber traicionado sus raíces como se ha hecho en Londres, de ser más británicos en la cancha que los propios ingleses—, obligaron a la orquesta blaugrana a someterse. Ese 2-1 quedará en la memoria como un glorioso aniversario.

En el fondo, aquel fue sólo un momento. No vencieron al Barza, superaron sus inicios, la marginación de nacer, crecer y mantenerse católicos en una ciudad protestante. Jugaron con decisión y coraje, con una plantilla que ya no es nativa —va desde Honduras hasta Grecia, de Venezuela pasa por Israel y el resto de Europa, pero jamás por Francia, y no olvida al África subsahariana—, las tribunas celebraron cada balón parado como dicta la tradición inglesa y de la esquina vino el primer gol. En el segundo, una pelota larga, dividida, esperaron el error y mataron. El descuento del Barza sólo hizo la noche más emotiva. Vieron cuál era su origen y no lo cambiaron. Comprendieron cómo y dónde habían nacido, y al hacerlo, vencieron.

Quien niegue que el Celtic es un grande, sabe de fútbol lo que dicen los tabloides. Quien no considere que los campeones de 1967 en Lisboa fueron en realidad unos leones, ha perdido la capacidad de imaginar. Quien no vea que el origen no define el infortunio, que a veces la voluntad supera el nacimiento, que quien lucha y casi siempre es derrotado encuentra en los pequeños momentos la grandeza, ha olvidado lo que es la vida. Quien diga que el Barcelona perdió, no que el esfuerzo y la determinación marcaron la celebración de esos 125 años en Glasgow, no sabe que esta victoria estará por siempre en los libros justos de la historia.

El Australian Open o la apología del fanatismo

Por Fabrizio Tealdo Zazzali

 

El calendario anual del circuito de tenis se inicia al otro lado del mundo y avanza siguiendo el curso del sol, comenta Andre Agassi en Open, sus memorias. Melbourne es el principio del ciclo que terminará en once meses, pero es más que el comienzo para los tenistas, es un símbolo de renacimiento, un amanecer. Los que no han logrado consagrarse, que son la inmensa mayoría, canalizan toda su energía en este torneo grande. Toman las vacaciones para recargar baterías, eliminar taras en su juego, perfeccionar falencias, añadir fortalezas, convertirse, en suma, en jugadores más sólidos y levantar lo que les ha sido vedado.

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La sinrazón peruana

Por Fabrizio Tealdo

Dentro de las carencias del fútbol peruano, el Callao y La Victoria se han mantenido por décadas como las principales zonas de formación de jugadores. Y dentro del Callao y La Victoria, son Alianza Lima y la Academia Deportiva Cantolao las principales canteras. Cantolao y Alianza han hecho su parte en el deber formativa. Basta revisar la procedencia de algunos jugadores de la selección peruana: Farfán, Guerrero, Carrillo, Pizarro, Zambrano, el chalaco Lobatón —antes de pasar a Cristal— entre otros, surgen de Alianza o Cantolao. Si se repasan los históricos, “Cachito” Ramírez salió del Boys, Barbadillo del Callao, y los históricos de Alianza son mayoritarios (Cubillas, Cueto, Velásquez, en fin), y en una época, Municipal promocionó jugadores como “El cholo” Sotil, oriundo de Ica. La ‘U’ también dio lo suyo, aunque sus logros no son directamente proporcionales a la formación de base.

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El deporte y la ficción

Cada cierto tiempo se disputan torneos que van más allá de lo deportivo: combinan la hazaña, la competencia con la historia, la supremacía, lo inesperado, la decadencia. Todo esto y más tuvo el US Open, disputado en el escenario ideal: la capital cosmopolita del mundo.

La victoria de la italiana Roberta Vinci sobre Serena Williams fue el momento épico del torneo. De cuerpo frágil (1,63 m, 64 k), 32 años, primeriza en semifinales de Grand Slam, derrotó a la menor de las Williams, que iba por el Grand Slam del año, es decir, ganar los cuatro torneos grandes en el 2015. La superó en New York, su casa, gritándole a las tribunas después de un punto incalificable que ella también estaba en la cancha, y cuando la entrevistaron al final del partido, la felicidad lisérgica de sus ojos emocionaba. Seguir leyendo «El deporte y la ficción»

Un Perú moderno

por FABRIZIO TEALDO

Después de la primera fecha de la Copa, Jorge Barraza escribió que Perú debía imitar en todo a Venezuela: solidez, rigurosidad en la marca, cobertura de espacios. Los dos columnistas de este blog suscribieron a Barraza. Yo me opuse. Argumenté que Perú no tenía con qué imitar la propuesta destructiva venezolana, y que me parecía correcta la idea de Gareca de priorizar el buen pie, la posesión y el ritmo.

Es fácil emocionarse cuando la selección gana, pero el entusiasmo no se debe al resultado. Siempre he considerado que por encima de los jugadores está el grupo, y Gareca ha conseguido formar un grupo sólido que cree en la idea de juego. En Brasil 2014 sostuve que Tevez no debió ser incluido en el plantel argentino. Su historial de conflictos en el vestuario es irrefutable: de todos los equipos por los que pasó se fue peleado con el entrenador, compañeros y a veces hasta la hinchada. Se trata de un tipo difícil que podía mermar la interna. Seguramente hubiese jugado mejor que Higuaín o Agüero, pero lo más probable es que su presencia contaminara el buen ánimo de la albiceleste.

A partir de la formación del grupo en la selección, aparecen otras virtudes: mentalidad, ritmo sostenido los 90 minutos, apuestas de nuevos jugadores y cambios de posición que han rendido. Chile, el mejor equipo en lo que va de la Copa, será la medida para establecer si lo positivo que vemos en la selección no es un espejismo, como el 1-0 a Chile en Lima en las Eliminatorias a Brasil 2014.

  • Mentalidad: cuando Brasil nos volteó el partido en los minutos de descuento, vimos una historia repetida. Al siguiente partido frente a Venezuela, la selección no mostró nivel, pero sí calma, a pesar del golpe de haber perdido  sobre la hora (otra vez) contra los de Neymar. Frente a Colombia la concentración en los duelos individuales y priorizar el cero en arco propio mostraba una actitud diferente. Con Bolivia, la selección asumió su papel de favorito. Vargas se proyectó (el venenoso centro del primer gol sale de su zurda, con efecto y potencia para que llegue el 9 al borde del área chica), cuando en toda la fase de grupos el ‘Loco’ priorizó la marca. Otros temas: jugadores emblemáticos esperan en la banca sin queja; los sacan y no reniegan; en cuatro partidos no tenemos expulsados; los únicos suspendidos han sido los volantes de primera línea (Lobatón y Ballón), posición donde se comprende la acumulación de faltas y tarjetas amarillas. Reitero: la prueba de si el equipo tiene mentalidad será en las semis en el Nacional de Santiago frente al local, donde nos hemos comido goleadas y planteles anteriores entraron a la cancha con las piernas dobladas. La otra prueba de mentalidad será que resistan el endiosamiento. La labor del psicólogo que trabaja con la selección desde el primer día como un elemento indispensable para Gareca en el proceso, se verá no cuando los seleccionados estén pasando las fronteras, sino de locales, cuando deban resistir los murmullos del Estadio Nacional, los oles soberbios, las vedettes, el glamur o el barrio.

Advíncula James

  • Ritmo: no recuerdo otra selección peruana que mantenga el rendimiento los 90 minutos. Es cierto que Advíncula y Cueva corren por dos y le dan respiro al resto del plantel, pero esos pulmones adicionales son indispensables para cualquier equipo. Incluso, veo que debido al ritmo es que hasta estamos pegando con más inteligencia. Fuimos rigurosos en marca con Colombia, hubo una plancha peligrosa de Lobatón, algunas barridas a destiempo, pero es muy distinto pegar corriendo que golpear a un jugador sin el balón o meter un codazo de la nada, que hacerlo a velocidad, con intención de marca.
  • Nuevos jugadores: además de Cueva -mérito absoluto de Gareca, pues nadie confiaba en esta apuesta y ha sido el más destacado en lo que va de Copa-, sumo a Zambrano, Advíncula y Ascues. El lateral ha mejorado aspectos técnicos para el primer pase y sobre todo en el pie a pie. Tiene un entrenador personal con el que se capacita en defensa y ataque. A su impecable condición física le ha sumado juego. Virtud a la perseverancia de un extremo reconvertido en lateral. Zambrano, a su vez, ha comprendido que se le necesita como líder atrás, no como matón. La reconversión de Ascues de central tiene emocionado hasta la excitación a Juan Pablo Varsky, el comentarista de Directv que sabe como nadie.

Zambrano hincha

En síntesis: la selección al fin muestra un desempeño profesional. El gran problema del fútbol peruano es que sigue siendo amateur: divisiones inferiores desprolijas, dirigencia corrupta, jugadores indisciplinados. Este Perú muestra una dinámica moderna, aquella que a partir de los ochentas y noventas marcó el fútbol de primer nivel, precisamente la etapa donde inició nuestra debacle por mantenernos en la etapa amateur, época donde nuestros logros se estancaron. Además, se ha visto distintas propuestas: contra Colombia se cuidó el empate, pero frente a Bolivia se asumió el protagonismo. Es saludable ver que Gareca tiene planes según el rival y que no es un fundamentalista.

El tema está en Eliminatorias. El plantel corto complica en un torneo que se extiende dos años. Perú mantiene concentración tres semanas, con partidos seguidos. Manejar la ansiedad que genera jugar de local y de visita en partidos distanciados por meses, donde se habla mucho en torno a ellos en ese lapso, requiere equilibrio, paciencia, estabilidad emocional. Seguimos dependiendo de la consistencia de Guerrero y Farfán, que ya pasan los 30 años. Como se dijo en este blog, «La eliminatoria es una maratón y la Copa América es una carrera de 400 metros planos. La primera mide la profundidad de los planteles, el compromiso de los jugadores, la planificación a largo plazo, la paciencia y la solidez de las organizaciones».

Lo conseguido hasta ahora no debe ilusionarnos, porque en la Copa del 2011 también llegamos a semifinales y en Eliminatorias no dimos pelea. Además, aún no se demuestra un desempeño en ofensiva que deslumbre y a pesar de mostrar solidez defensiva, hay errores atrás y la asociación arriba se impuso sólo frente a Bolivia, un rival de menor jerarquía.

No comparto esa idea de que la Copa América es una preparación para las Eliminatorias. En un país con escasos logros internacionales, un galardón no se desdeña.

La pasión hace que el fútbol sea presente. Pizarro, Vargas, hasta Farfán, deben comprender que si eliminamos a Chile de su Copa, el hincha peruano les perdonará los errores del pasado. Sería el bautizo que los limpie de pecado.

Olvidemos a los héroes

El genio individual ha sido absorbido por los sistemas. Es cada vez menos frecuente ver una figura que carga con el mal funcionamiento de un seleccionado, ni siquiera en un torneo, en un partido. De los recientes, recuerdo los tres goles de Cristiano de visita frente a Suecia, que hicieron que al menos por un día se olvide que Portugal es un seleccionado vulnerable, lento e impreciso.

El sistema define los cambios sociales y está por encima de los individuos, sentencia la Sociología clásica. Hay parte de razón en esa visión positivista de la realidad, donde la sociedad se concibe como un conjunto donde las estructuras determinan sus principios.

Trasladando la máxima al fútbol, basta remontarse al último Mundial, donde el gran destacado no fue un jugador, sino el sistema alemán. A partir del funcionamiento similar a un ferrocarril con la puntualidad de un reloj, aparecieron Muller, Kroos, Hummels, Neuer. A diferencia de los torneos de clubes, en los de selecciones destacan arqueros, defensas, volantes defensivos o mixtos: Kahn fue la figura del 2002 y Cannavaro la del 2006. La última gran actuación de un jugador ofensivo la dio Forlán en el 2010.

Las dos razones más señaladas sobre los sistemas prevaleciendo sobre el genio son el poco tiempo de trabajo y el agotamiento (los torneos de selecciones se juegan al término de una larga temporada que va de los 40 a los 60 partidos en alrededor de diez meses). El poco tiempo de trabajo impide darle funcionamiento al once y el agotamiento merma el rendimiento individual. La segunda alternativa depende del momento en que el pico de rendimiento agarre del jugador, por lo mismo es variable. La segunda, por otro lado, es una constante. El sistema tarda en conseguirse, depende de prácticas diarias y de varios partidos. Por ello, mucha selecciones nunca lo consiguen y otras lo van encontrando en el rodaje del torneo.

Los sistemas aceitados, a su vez, potencian al genio individual. No es que este haya desaparecido, se les ve todos los fines de semana en sus clubes, pero en selecciones aparecen a cuentagotas. En un fútbol cada vez más competitivo y físico, es muy difícil que Neymar, Messi, James o Cavani carguen con el peso de un equipo que en el poco tiempo de entrenamiento ha privilegiado el ensayo en defensa antes que el ofensivo; inicialmente, arriba se privilegia la libertad y la asociación entre las figuras. Los seleccionadores esperan primero ser sólidos en defensa, luego irán agarrando dinámica ofensiva y aparecerán las sociedades en el área rival. En los clubes sucede lo contrario: relevos, paredes, ruptura de líneas fluyen naturalmente, de memoria, por el trabajo diario y en muchos casos sostenido durante años. En los clubes, el funcionamiento potencia a la estrella y el sistema está concebido en torno a ellos. Genio y sistema son complementarios.

Maradona copa 86

Sin sistema engranado, la figura pierde relevancia. El mejor Brasil se vio en los primeros 45 minutos frente a Venezuela, con Neymar en las tribunas. La salida del astro amistó a la verde amarela con la pelota, porque ya no había a quien entregársela para que resuelva; tuvieron que conectarse y ser un equipo que agredía, no que esperaba al genio hacerlo en nombre de todos. Y es que el fútbol es un deporte demasiado colectivo. La épica individual aparece muy eventualmente. Quizá por ello no recuerdo ninguna gran película sobre fútbol, deporte donde el protagonista no es un actor sino todo el equipo.

Esta situación desilusiona al hincha, porque el héroe emociona más que el sistema. El sistema es materia para especialistas de la táctica, mientras en el héroe se proyectan los sueños y deseos. El márketing inteligente comprende la estructura de los sueños, y por ello apela a la estrella en sus eslogans. En Sudáfrica 2010, sonó mucho la campaña de Nike: héroe + 10. El nombre iba desde Messi y Schweinsteiger, siempre + 10. Al final prevaleció el ‘tiki taka’ de España, sin ninguna figura rutilante. Campeonó el juego asociado.

El héroe sigue vigente, pero desaparece sin sistema aceitado. Aunque la Sociología clásica quiso olvidarlo, siempre han sido individuos los que han cambiado la historia. Las estructuras definieron el cambio social, incluso la aparición de un Napoleón, pero fue un espíritu con características específicas lo que llevó a que esa persona resalte sobre el resto y pase de estratega militar a ser coronado emperador.

Ahora que arranca la fase de eliminación directa, es cuando más se espera la aparición del genio individual. El hincha quiere ver a Messi haciendo la gran Maradona, a James destacando como en el Mundial. El problema es que ahora el 10 colombiano está recibiendo la pelota en cancha propia y no al borde del área contraria como en Brasil 2014. Cada vez que Messi se pone la albiceleste, queda más claro que el Barza de la última década no ha ganado todo sólo por la Pulga. Incluso los héroes necesitan que los mortales les devuelvan bien la pelota.

Batistuta, el goleador con más armas

Gabriel Omar Batistuta fue protagonista de las dos últimas Copas América que Argentina levantó. En la del 91 salió goleador con seis tantos. En la del 93 metió tres. No salió como máximo artillero–lo fue Palinha con cuatro– pero dos de sus tres goles los metió en la final frente a México para voltear el 1-0 en contra. Acá sus trece goles en Copa América.

En Francia 98, el Bati metió su último triplete en los mundiales frente a Jamaica, el rival de Argentina hoy. Aprovecho la coyuntura para desempolvar una columna que iba sobre su capacidad de definición. En estas semanas, además, se ha dicho una cantidad de barbaridades sobre el terrible dolor de cartílagos que aqueja al goleador y la posibilidad de que le amputen las piernas, que el goleador histórico de la albiceleste ha desmentido.

«Tuve una historia complicada con los tobillos. Empecé a mejorar y estoy mejor de lo que estuve hace tres o cuatro años, pero no tiene nada que ver con hacerme amputar o todas esas barbaridades que se dijeron. La verdad que no se de donde salió toda esa información y me sorprende que haya salido y que la haya levantado tanta gente». Agrega que está haciendo una vida normal y que hasta juega al fútbol gracias a un tratamiento. Sin embargo, el dolor persiste en uno de los tobillos, no en las rodillas como se ha estado diciendo. «Los huesos se frotan entre sí y es lo que me provoca el dolor. Aunque tomo inflamatorios para ello… Estoy esperando por una prótesis, esto no tiene nada que ver con una amputación».

Acá los motivos que esbocé sobre por qué coloco al Bati por encima de Romario, Van Basten e incluso que Ronaldo cuando de clavarla de trata.

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Bati gol Goyco

Cuando se habla de goleadores, de inmediato se recuerda a Romario. “Fue el mejor delantero de área chica”, se dice. Esta frase significa que fue quien mejor resolvía en espacios reducidos, en el pie a mano y dentro del área, totalmente cierto cuando estaba encendido. Si se habla de delanteros cómo no mencionar a Van Basten, su potencia, contundencia y ubicación letal; o Drogba, quizá el ‘9’ más completo; el momento actual de Messi; o al brasilero Ronaldo.

Pero de todos, considero que el que mostraba una mayor capacidad de definición fue Batistuta. Su habilidad un tanto rústica y escasos títulos lo descalifican para muchos, pero hay que concentrarse en la definición. A diferencia de Romario, su capacidad excedía los límites del área. No superaba a Ronaldo en calidad –vamos, qué delantero es mejor que Ronaldo–, pero sí tenía una gama más amplia frente al arco. Y es que en la definición no solo hay que considerar la calidad –y no es que no haya hecho golazos–, se debe evaluar la versatilidad y priorizarla, y el ‘Bati’ las metía de fuera y dentro del área, casi siempre muy fuerte pero también bombeada, en primera o haciendo la pausa justa, al centro o colocada cuando era necesario, al ángulo más lejano, con izquierda o derecha, de cabeza o tiro libre. Además, te aseguraba que de dos por partido, al menos una entraba.

La definición en todos sus aspectos también se vio en Van Basten, pero la suerte jugó en contra del holandés: las lesiones lo persiguieron y se retiró relativamente joven. En casos tan equiparados como los de Van Basten y Batistuta, para ver quién fue mejor definidor hay que apelar a la vigencia: el argentino fue crack desde 1991 hasta al menos el 2002. Para mí fue el mejor, e incluso quienes objetan su reinado estoy seguro de que lo consideran en esa difusa frontera de los indiscutibles donde las jerarquías se confunden.

El tiempo cuando Brasil fue un imperio

 En algún lugar de la historiografía del cual no quiero acordarme, se menciona que los imperios consideran imposible que su dominio termine. Son tan poderosos que les parece imposible que puedan superarlos. Perciben la realidad con ellos por encima del resto y ya se sabe de sobra que las percepciones tienen la tendencia a ser inalterables, basta que recuerden cualquier tema de racismo y sexualidad para confirmarlo. En suma, para los imperios no existe la idea de caída. Las invasiones bárbaras amenazaban la unidad de la Roma imperial, la inflación había llevado a España a la pobreza, la economía de Estados Unidos avisaba su próxima hegemonía en una mundo dominado por el imperio británico, sin embargo, ni romanos, ni españoles ni ingleses pensaron que su fin estaba cerca. Todos tomaron medidas para contrarrestar la crisis. Los romanos, por ejemplo, fortalecieron las fronteras y ensancharon el ejército, adoptaron la religión católica para que el espíritu del imperio se unificara, pero a pesar de la evidencia de cambio que esas transformaciones delataban, jamás pensaron que caerían.

Brasil descartó el jogo bonito con claridad desde USA 94 para recuperar un título que se les negaba hace más de veinte años. Su última final databa del primer Mundial a colores: México 70. Sólidos atrás y con estrellas como Romario y Bebeto resolviendo arriba, les bastó para ser el tetracampeón del mundo. A la selección del 2002, alineación plagada de estrellas, más allá de las dudas que su juego despertaba, le debieron dar la copa antes del debut. Incluso con ese plantel, Brasil no salía a proponer: priorizaba la solidez sobre el espectáculo.

brasil2002

Mientras tuvieron figuras le alcanzó a la verde-amarela. De los noventas a la fecha levantaron cuatro Copas América y dos Copas del Mundo. Ahora que sólo Neymar y por ahí Dani Alves, ya si quieren Thiago Silva –un back, por Dios, ¡un back!– pueden llevarlos a mirarse al espejo sin sentir vergüenza, contemplan con desilusión el tiempo ido cuando eran el paradigma de la excelencia y la belleza. Hace 20 años, Brasil, como los romanos, perdieron la visión imperial para refugiarse en su feudo, sobrevivir en él y resguardarse para proteger lo que les quedaba de grandeza.

Cualquiera, o sea hasta Perú, sale a jugarle golpe a golpe a este Brasil. Una selección competitiva a nivel internacional como Colombia no le tuvo respeto al pentacampeón. En el primer tiempo propuso el ritmo y tuvo las más claras, hasta que abrió el resultado de bola parada. En los segundos 45’ Brasil salió a imponerse, bueno, no exageremos, a buscar el empate, pero la única realmente clara llegó por una desconcentración en defensa de los cafeteros. Colombia estuvo más cerca del segundo con remates de James y Cuadrado.

Cuando pasé por el Mundial 2014, quedé fascinado por la diversión con la que los brasileros toman el fútbol. Para ellos, el fútbol no es un duelo, es una fiesta. Jugaban Brasil-Colombia por cuartos de final y en Copacabana los muchachos preferían que ronde la cachaza que ver el partido en una lejana pantalla gigante. Vi el Brasil-Chile de octavos en una casa burguesa donde el anfitrión sacaba carne de la parrilla en pleno partido, los señores preferían conversar con alguna señorita generosa o pasear la cerveza antes que ver a los suyos. Yo y un puñado de brasileros estábamos pegados a la tele mientras unos veinte comensales disfrutaban de placeres más carnales. Paulatinamente se fueron acercando. Entonces me pareció que los brasileros tienen —o tenían— la bendición del ganador que sabe que de alguna manera va a sacar el partido, ya sea porque el rival va a equivocarse o porque alguna de sus figuras marcará la ventaja que el trámite del partido no delata; a los peruanos, por el contrario, nos sigue la maldición del perdedor, pero eso será tema para otro momento.

Los brasileros ven —o veían, al menos— los partidos con la confianza del dominio eterno. La ausencia de la muerte es un privilegio de los animales, no del ser humano, que por ese motivo busca el placer en el instante: lo que queremos, lo queremos ahora. Quizá por ello, cuando el final llega lo hace como una catástrofe. La tragedia se sufre, la catástrofe te paraliza. Después del 7-1 de Alemania en semifinales, sin mayores desmadres ni desmanes públicos, agacharon la cabeza y ahogaron las lágrimas en la almohada.

Neymar dolor

Hasta esos primeros 45 minutos del “Mineirazo” seguían pensando que podían ser campeones del mundo, porque un brasilero no puede —o no podía— considerarse inferior a nadie, a pesar de las evidencias. Brasil, que por cierto fue un imperio hasta finales del siglo XIX, no podía ver el final terrible que hace mucho amenazaba.

Queda esperar la última fecha. Venezuela, aquella selección que en 1993 celebró el primer gol que le marcaba al todopoderoso Brasil por Eliminatorias, y lo celebraron aunque el partido terminó 5-1, puede asestar el golpe final a quienes fueron los emperadores del fútbol. Si Venezuela termina de invadir el pequeño feudo en el que se ha convertido su expresión futbolística, la visión rácana del temor a nuevas vergüenzas debería quedar olvidada. Sería lo mejor para el fútbol que Brasil regrese a la visión imperial, que suele estar más cerca de la belleza.

Una Copa no basta

Seis ediciones consecutivas de la Copa América alcanzando los cuartos de final; la última vez que no clasificó fue en 1995. Desde el 93, ha sobrevivido a dos grupos de la muerte. Suenan a los palmarés de una selección consolidada, pero no, son los de la blanquirroja. Hay más. En 1993 Perú clasificó invicto en el Grupo B, que completaban Brasil, Chile y Paraguay; la Roja de “Bam Bam” Zamorano se quedó en el camino, con soberbia actuación de “Miguelón” Miranda, tapada de penal incluida al 9 de la selección chilena y el Real Madrid en el partido decisivo, que ganamos 1-0 con gol de “Chemo” Del Solar. En el 2001, la selección clasificó como el mejor tercero también del Grupo B, otro de la muerte, completado por Brasil, México y Paraguay.

Perú Grupo Copa América 93

¿Cómo una selección que deambula entre el malestar y la vergüenza ha tenido actuaciones por encima del promedio, mejores que las de mundialistas como Paraguay o Ecuador? Hay algo de mérito de la blanquirroja, selección que al tener un plantel tan corto, le sientan mejor los torneos que duran semanas a los que se prologan años como las Eliminatorias. El otro es que clasificar en la Copa es fácil, tremendamente fácil.

De doce selecciones, en la fase de grupos sólo se quedan cuatro. El resto, directo a cuartos de final. Costa Rica pasó la primera fase en el 2004 con un partido ganado y -3 de diferencia de gol; Uruguay en el 99 con 3 puntos y -2 de promedio; Colombia en el 97 también con 3 puntos y 0 de promedio. Los números en la Copa nos juegan a favor. En la edición actual basta con ganarle a Venezuela y que en otro grupo dos equipos saquen un punto; o sea, que empaten entre ellos y pierdan sus otros dos partidos. Es tan mero trámite, que incluso con un empate y si no te golean, se puede llegar a cuartos. Nunca se ha dado, pero siempre hay una primera vez. Como está Perú, hay que apuntar a lo inédito. Varios venimos haciendo numerología desde antes de empezar a jugar.

Pero no solo está el tema de lo fácil que es pasar. Añado el ya mencionado asunto del plantel corto. En una Eliminatoria, las lesiones, declive de rendimiento durante la temporada, en fin, todos los factores que conocemos de memoria, se vuelven intramitables debido al fixture largo, con fechas distanciadas por meses. Sin embargo, en unas cuantas semanas son manejables para un once con las ideas claras y una cuota decente de gol. La prensa, además, juega menos en contra, porque el hostigamiento se reduce fuera de las fronteras, donde los enviados especiales o corresponsables prefieren adular para conseguir notas y los asediados por la prensa extranjera son las estrellas que visten otras camisetas. Anímicamente la Copa no pesa tanto para la blanquirroja. No tiene punto de comparación con la presión del Mundial, al límite de que Peredo sostiene que la Copa es una prueba para ver el lugar en el que estamos parados a nivel Sudamérica y apuntar al Mundial del 2018.

Todo esto lleva a que Perú suela clasificar en la Copa, incluso con resultados históricos como aquel 3-0 a Uruguay, la reciente eliminación en cuartos a Colombia o el repaso que Paolo Guerrero le dio a la zaga venezolana por el tercer puesto de la última Copa América, en ese 4-1 que hizo del antepenúltimo puesto en las Eliminatorias más triste y patético.

Paolo Venezuela 2011

El tema, como me dicen varios amigos, es que ahora no estamos ni para ganarle a Venezuela. Si tuviéramos a Jamaica o Bolivia en el grupo, los otros dos del bombo 4, me atracaban la numerología, pero con Venezuela, no. Me gusta dar la contra, qué se le va a hacer, soy un diagnosticado del Dr. Mehmet Uqbar, así que a Betsson para meterle unas fichas de puro loco,  a lo Gareca, que apuesta por Vargas de lateral izquierdo para ganar peso ofensivo, como si eso fuera lo que nos falta.

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