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Deporte – ciencia

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Copa América

La Copa del golpe

Hay una expresión que sintetiza la espiral de mediocridad en la que está sumido hace buen tiempo el fútbol sudamericano: sacar adelante el partido. Se dice respecto a los árbitros, como si su función fuera dosificar de una manera supuestamente razonable las patadas que se reparten en el campo, y no simplemente aplicar el reglamento, que señala con meridiana claridad qué cosa es foul y qué cosa no. El árbitro sacapartidos se opone al reglamentarista, una especie ya extinta en Sudamérica, como si para un juez seguir las normas fuera una decisión, una cuestión de escuelas o de ideologías. Para el sacapartidos, el reglamento es solo una herramienta más; es un permanente interpretador auténtico de la International Board, y como tal es impredecible. Uno nunca sabe si va a sacar la tarjeta amarilla, va a preferir la advertencia verbal o el siga-siga; menos, cuál es su criterio para sacar la roja. Es más: ante faltas similares toma distintas decisiones. Y a todo esto le agrega una regla adicional: la llamada ley de la compensación.

Su propósito, muchas veces celebrado y elogiado por cierta crítica especializada, no es impartir justicia dentro de la cancha, sino cuidar el espectáculo –o, quizás, evitar que los jugadores lo maten por ser demasiado estricto. Está demás decir que, si lo que quiere hacer el fútbol algo más agradable de verse, no lo consigue. El resultado suele ser todo lo contrario: recitales de patadas, codazos y rodillazos repartidos con creciente impunidad, como los que se vieron en la Copa América, un torneo de arbitrajes francamente lamentables.

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«Esto es América y acá se juega así», le contestó el árbitro mexicano Roberto García Orozco a Lio Messi le increpó porque dejaba que le pegaran tanto durante el partido Argentina-Colombia, según cuenta una crónica del diario español El País. No tiene por qué ser así. Si Sudamérica se vanagloria de ser cuna de grandes talentos futbolísticos, ¿por qué se resigna a que su torneo continental se parezca cada vez más una competencia de vale todo? Permitir el juego fuerte por encima del reglamento atenta contra el espectáculo, básicamente porque los principales receptores de las agresiones son los jugadores más talentosos, las estrellas, que en lugar de dedicarse a hacer lo que mejor saben se pasan la mitad del tiempo en el suelo y la otra mitad, cuidándose de las agresiones. Casi irremediablemente terminan fuera de sí, y a veces lesionados. El resultado es partidos intensos, emocionantes sin duda, pero en general con poca calidad.

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No se trata de negar que las infracciones son parte del juego, y muchas veces son inevitables. Pero sí se debe impedir que la falta sistemática y el antifútbol se conviertan en parte integral de una estrategia de juego. Tampoco deberían permitirse la repetición de faltas y las provocaciones orientada a sacar de quicio a un jugador rival. Los árbitros deberían estar pendientes de estas prácticas, que han sido recurrentes en la Copa, y hacer lo que supuestamente es su función: aplicar el reglamento.

En fin, deberían. Pero qué podemos esperar, si los jerarcas históricos de la Conmebol están ahora mismo presos, prófugos o con arresto domiciliario, acusados por la justicia de Estados Unidos de formar parte de una red de corrupción y sobornos. Es decir, lo que todo el mundo sabía.

Una mirada benévola nos llevaría a pensar que los árbitros simplemente son malos. Otra, un poco más descreída, a decir que en realidad son la cara visible de una podredumbre mayor.

Que cada quién se quede con la idea que más le reconforte.

Chile, el campeón adecuado

por BRUNO RIVAS

Chile es un justo campeón. Sería mezquino no reconocerlo. En un torneo en el que se jugó al límite de lo permitido -en realidad la línea fue cruzada en muchas oportunidades- fue la selección que supo sobrevivir. En un campeonato que tuvo por momentos aires de batalla campal, la roja fue la escuadra que le sacó provecho a su conocimiento del terreno. Chile alcanzó la gloria en una Copa América que se ajustó a su medida.

Mucho se ha comentado sobre fallos arbitrales que favorecieron al local. Sin embargo, los errores de los colegiados se dieron en varios partidos del torneo. No solo Chile se benefició de las fallas. Venezuela, Colombia, Uruguay e incluso el Perú le sacaron provecho a una mala decisión arbitral.   El juego violento fue permitido durante toda la copa y las grandes estrellas venidas de Europa lo sufrieron. Neymar, Messi, Cavani, James, fueron golpeados una y otra vez. Este ambiente inclinó la balanza hacia los equipos que tienen vocación por la destrucción.

La primera sorpresa del campeonato, la victoria de Venezuela sobre Colombia, fue la que marcó la ruta de lo que iba a ser el campeonato. El triunfo de la vinotinto, basado en el orden y en la desconexión de los circuitos del rival, indicó que iba ser un torneo en el que las defensas se iban a imponer sobre los ataques. Si Perú y Paraguay lograron llegar a las instancias finales del campeonato fue por su aplicación en sus retaguardias. El orden y la disciplina de sus equipos le dieron réditos a Ricardo Gareca y a Ramón Diaz y les otorgaron el tercer y cuarto puesto respectivamente.

Por lo tanto, en un campeonato como el descrito parece lógico que haya triunfado la propuesta de Sampaoli. Las grandes hazañas de la roja se han basado en mantener el orden y presionar al rival en los partidos cruciales. Aplicando esa estrategia sacó de carrera a España y estuvo a un palo de eliminar a Brasil en el mundial del 2014. Aceptar la condición de escuadra menor le calza perfecto a Chile. Justamente por eso le costó sacar adelante partidos en los que partía como favorito. Si sufrió para ganarle a Ecuador, Uruguay y Perú y empató en extremis con México, es porque no se siente cómodo a la ofensiva. Le cuesta mucho saber que no está en la obligación de ahogar a los creativos rivales. Claramente, ese problema no lo tuvo en la final contra Argentina.

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La albiceleste llegó como clara favorita a la final de Santiago. Durante todo el campeonato había mostrado el mejor juego y parecía haber llegado a su pico de rendimiento en la goleada de 6 a 1 sobre Paraguay. Sin embargo, los fantasmas que la persiguen desde hace 22 años volvieron a aparecer en el estadio Nacional. Argentina volvió a dejar en claro que se ha olvidado de ganar. Tal como ocurrió contra Colombia en cuartos y en la final del mundial contra Alemania, sus estrellas fallaron en los últimos metros. Pese a que tienen todo para convertirse en el imperio continental con miras mundiales, no son capaces de dar el golpe final. Los albicelestes vuelven a fracasar en sus gestas internacionales.

A diferencia de su rival, Chile sí mostró temple en la batalla final. Se paró firmemente en zonas defensivas y logró desconectar a la artillería albiceleste. Diaz, Medel y Vidal se erigieron como baluartes y se impusieron sobre las estrellas argentinas. La roja llevó el partido a su ritmo asfixiando a su rival. Su estrategia paciente indicaba que los sueños estaban convencidos que el paso del tiempo solo podía favorecerlo. En los tiros de penal mostró que la escuadra de Sampaoli no le tiene miedo al triunfo. Chile ha conquistado América por primera vez. Quizás no le alcance para triunfar luego en campañas mundialistas pero hoy por hoy posee merecidamente el podio continental.  

El Perú sigue calato

por BRUNO RIVAS

“Quienes olvidan o desprecian la historia están condenados a repetir los mismos errores de ella”, afirmaba Jorge Basadre en el siglo pasado. Décadas después, su frase no pierde vigencia en el Perú. Como prueba tenemos al derroche de optimismo que ha despertado la dignísima participación de la selección de fútbol en la Copa América de Chile. Tras el tercer puesto obtenido, no son pocos los que creen que nuestra clasificación al mundial de Rusia 2018 ya está asegurada. Parecen haberse olvidado de las graves carencias del balompié nacional. Como en ocasiones anteriores, se niegan a aceptar que el Perú, el seleccionado, sigue calato.

Pasada la resaca del triunfo contra Paraguay y la de la celebración por el merecido logro obtenido por el conjunto de Gareca, es importante volver a pisar tierra. Vale la pena hacer una serie de preguntas: ¿Realmente ha crecido el fútbol peruano en esta nueva etapa? ¿Es posible clasificar al mundial con el equipo con el que contamos? ¿Qué tan relevante es la obtención del tercer puesto en la Copa? Para responder esas interrogantes es necesario repasar la historia y mirar nuestro presente.

El gran acierto del libro “El Perú está calato” (Ganoza y Stiglich 2015) es el de poner en evidencia una realidad que muchos no quieren ver: que no hay razones para creer que se está dando un milagro económico peruano. Lo que propone el texto es que el alto crecimiento obtenido por el país en los últimos diez años ha generado un optimismo exagerado que impide que se vean los graves problemas institucionales que sufre nuestro país. Más bien, los autores afirman que el país es víctima de seis trampas que deben ser develadas. Solo aceptándolas podremos tener una visión adecuada de la realidad. Algunas de ellas se aplican muy bien a nuestro fútbol.

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La trampa del milagro futbolístico. Hay quienes afirman que Gareca ha logrado un milagro. Sostienen que ahora la selección peruana ha recuperado su estilo y que juega como en los mejores momentos del fútbol nacional. De seguir esa senda lograremos ser competitivos y con suerte clasificar al mundial. No obstante, es importante preguntarnos si no hemos tenido antes un período de crecimiento similar. Ahora son pocos los que recuerdan que a Sergio Markarián, el anterior técnico de la selección, le decían ‘el mago’. La gran performance que logró con un equipo parchado en la Copa América de Argentina 2011 parecían validar su apodo. El tercer puesto en Argentina provocó que muchos se llenaran de confianza y pensaran que la clasificación a Brasil 2014 era más que una posibilidad. Un par de años después, Markarián era acusado de vago y argollero por los resultados negativos obtenidos. Como ya es historia conocida no clasificamos al mundial. La magia se acabó y nadie entendía por qué. Pocos eran los que tomaban en cuenta que nuestros logros en Argentina descansaban, en gran parte, en factores externos. En esa oportunidad clasificamos como tercero en el grupo gracias a que enfrentamos a una selección mexicana sub 20 y vencimos en cuartos de final a una selección colombiana muy distinta que la que participó en las eliminatorias. Si bien tuvimos un buen desempeño también ayudó la falta de jerarquía de nuestros rivales. Ahora con Gareca ha ocurrido algo similar. Los factores externos también han jugado. Empezamos enfrentándonos a la peor Brasil de todos los tiempos y luego vencimos a una Venezuela que jugó setenta minutos con diez hombres. En el partido definitorio de la primera ronda, ‘ratoneamos’, al mismo estilo de Markarián, frente una Colombia que volvió a mostrar su falta de jerarquía. En cuartos tuvimos la suerte de encontrarnos con Bolivia, un equipo muy débil que solo llegó a esa instancia gracias a unos veinte minutos de ensueño frente a Ecuador. Con Chile, mostramos nuestra mejor cara en la adversidad pero finalmente perdimos. En la última presentación le ganamos a Paraguay en un partido que por momentos tuvo ambiente de amistoso. No es el espíritu de este post restarle méritos a la selección, finalmente hizo su juego en cada partido que disputó, pero es difícil creer en un milagro futbolístico tomando en cuenta esas circunstancias.

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La trampa de las fábricas sin milagros. En la última década algunas selecciones de menores le dieron alegrías a la afición. Los ‘jotitas’ que en el 2007 clasificaron al mundial sub 17 de Corea del Sur y la sub 20 que logró avanzar al hexagonal final del sudamericano del 2013 fueron la esperanza de una renovación del fútbol peruano. Sin embargo, las máximas estrellas de ambos cuadros o fracasaron en su transición al profesionalismo o no han logrado despegar en sus clubes. Mientras Manco obtiene más titulares por sus excesos que por sus actuaciones en el UTC de Cajamarca y Alonso Bazalar es casi un ex jugador; Yordy Reyna y Benavente no logran trascender en el fútbol de alto nivel. Asimismo, en el torneo local no brillan figuras jóvenes que sean capaces de ser el relevo para los actuales seleccionados. No es casualidad que Gareca haya tenido que recurrir a jugadores experimentados como Pizarro o Lobatón para completar el equipo. No hay recambio para Farfán y Guerrero, nuestras dos últimas grandes perlas, jugadores que ya están por encima de los treinta años. Y sin fábricas capaces de generar productos de exportación es casi imposible poder llegar a la más alta competencia. Sin fábricas no hay milagros mundialistas.

AREQUIPA, 19 DE DICIEMBRE DEL 2003. CIENCIANO DEL CUSCO CERRO UNA MAGNIFICA CAMPANA EN LA COPA NISSAN SUDAMERICANA AL DERROTAR A RIVER PLATE DE ARGENTINA CON UN GOL ANOTADO DE TIRO LIBRE. FUE LA PRIMERA VEZ QUE UN EQUIPO PERUANO ALCANZA EL MAXIMO GALARDON EN UN TORNEO CONTINENTAL. CON ESTE TRIUNFO CIENCIANO DEJO DE SER UN EQUIPO CHICO PARA CONVERTIRSE EN UNO DELOS GRANDES DEL FUTBOL PERUANO Y SUDAMERICANO. OPSE_2003DIC30_PERU_FUTBOL_COPA SUDAMERICANA 2003_PARTIDO FINAL_CIENCIANO_RIVER PLATE_OBTENCION DE TITULO_CELEBRACION_JUGADORES_CON LA COPA_CREDITO GERMAN FALCON/EL COMERCIO PERU_2003DIC30_AFD

Las trampas de la informalidad y de los clubes perdidos. En las competiciones internacionales es una constante las eliminaciones tempranas de los equipos peruanos. En la última edición de la Copa Libertadores fue bastante doloroso ver cómo los clubes naciones eran eliminados pese a tener todo a su favor. El único hecho destacable de un equipo peruano ha sido la brillante campaña del Cienciano en el 2003-2004 que le permitió ganar la Copa Sudamericana y la Recopa. Sin embargo, el equipo cuzqueño no supo sacarle provecho a ese momento de gloria y actualmente sigue careciendo de instalaciones propias, tiene deudas millonarias y hoy lucha por permanecer en primera división. Y el caso del Cienciano no es el único, los dos equipos más populares del país, Alianza Lima y Universitario de Deportes, sobreviven de administración temporal en administración temporal y no son capaces de superar sus problemas económicos e institucionales. Y es que el fútbol es el reflejo de una sociedad que vive en la informalidad. Son pocos los clubes nacionales que pueden ser incluidos en la economía formal por su cumplimiento en pagos y por contar con las instalaciones y recursos adecuados. En consecuencia lo que tenemos es un campeonato paupérrimo que aleja al espectador de las canchas. A pesar de que ahora, gracias al correcto desempeño de la selección en la Copa, algunos analistas digan que nuestro torneo no es tan malo; la realidad es otra. Equipos como los nuestros poco pueden aportar a un desarrollo sostenido de nuestro fútbol y a la clasificación a un mundial.

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La trampa de un Estado débil. El Perú es un país en el que la educación física no es obligatoria. Al parecer al Estado el deporte solo le interesa cuando se cosecha un logro. Deja en manos de cada individuo la posibilidad de desarrollarse en una disciplina deportiva. Esa es solo una muestra de cómo el Estado está ausente en varios ámbitos de nuestra sociedad. Lo que genera esta situación son ciudadanos que no se sienten respaldados por las instituciones y ven cómo sobrevivir por su cuenta. Eso explica la expansión del individualismo y la falta de compromiso con la comunidad. Es en esas circunstancias que se pueden entender declaraciones como la del díscolo seleccionado Andrés Mendoza en las que señalaba que perdía plata por jugar por Perú y que por eso la afición no debía exigirle nada. Finalmente, muchos jugadores han encontrado en el fútbol el vehículo para salir de la pobreza y no sienten que le deban algo a su patria. Por lo tanto, en una sociedad en la que el ciudadano es abandonado a su suerte es difícil que se forme un compromiso colectivo que implique una dedicación a largo plazo como es la clasificación a un mundial. Ya hemos visto como proceso tras proceso jugadores de gran categoría han preferido dedicarse a la juerga antes que concentrarse para sacar adelante un partido. No cabe duda que esta trampa ha estado y sigue presente desde hace mucho tiempo.

Todas estas trampas provocan que sea totalmente pesimista sobre el futuro de la selección en las eliminatorias. Creo que mientras no se superen esos problemas no tenemos opción de llegar a la gran cita futbolística. Sin embargo, esto no significa que dejemos de hacer todo lo posible por llegar. Es loable que Paolo Guerrero diga que nunca bajará los brazos y que Gareca defienda a sus jugadores y al campeonato peruano pero la realidad juega contra ellos. Finalmente son titánicos emprendedores que tienen al sistema en contra. En estos momentos es más importante que se superen las trampas que entorpecen a nuestro fútbol. De lo contrario solo estaremos replicando los errores de nuestro pasado. No habremos aprendido nada, tal y como lo dijo Basadre.

Argentina va por la toma del continente

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por BRUNO RIVAS

Por estos días, muchos han pronosticado la decadencia del imperio brasileño. Sus decepcionantes actuaciones en el Mundial del 2014 y en la Copa América de Chile, estarían poniendo en evidencia el fin de la hegemonía brasileña en el continente. Parece difícil que la verdeamarela recupere pronto su posición dominante en esta región. Ante esa nueva situación es relevante preguntarse quién ocupará su lugar. El conocido refrán “A rey muerto, rey puesto” debería aplicarse en este caso. Por lo visto hasta ahora en el torneo, Argentina emerge como el gran candidato a ocupar el trono.

El 6 a 1 endilgado el martes a la selección paraguaya parece ser el punto culminante de un proceso de expansión del fútbol argentino. Después de una primera etapa en la que el equipo albiceleste parecía calentar motores, ya empezó a emplear todo su potencial. Con su cadena de asistencias, el cerebro del equipo, Lionel Messi; terminó de demostrar que está más que contento con el esquema de Martino. Los fantasmas paralizantes que aparecieron contra Colombia, no se dieron cita en la semifinal. Argentina está empezando a olvidarse de sus fracasos.

El predominio regional de los gauchos no solo se expresa en las canchas. Fuera de ellas, en los banquillos, Argentina está dando pruebas de que está tomando el continente. La gran prueba es que todas las selecciones que han llegado a las semifinales del torneo tienen a un argentino como director técnico. Cada equipo victorioso cuenta con un entrenador que expresa la argentinidad. Este sistema de franquicias que ha aplicado la AFA le permite asegurar por lo menos un pedazo de la gloria. Si la albiceleste no llegara a alzar la copa, tiene asegurada parte del logro. Por lo menos, un argentino sería el responsable de la victoria. Sin duda, el país gaucho se está reservando el monopolio del éxito.

No obstante, la conquista del continente aún implica cruzar un último obstáculo: la toma de Santiago. La agresividad de la tropa argentina por momentos ha provocado que se descuiden los flancos defensivos. Su rojo rival, liderado por un hábil estratega gaucho, podría aprovechar esa debilidad. Asimismo, hasta ahora, los chilenos han sabido sacarle provecho a su localía. Pese a esos baches por superar, lo más probable es que Argentina termine de concretar su gesta. El buen fútbol desplegado debería permitirle emerger como el nuevo imperio sudamericano. Solo otro imperio, que aparece con cierta regularidad en el fútbol, podría bloquear su expansión: el de la injusticia.     

El Perú se llama Carlos

por BRUNO RIVAS

El Perú es Carlos Lobatón. Uno de los grandes aciertos de Ricardo Gareca es el de haberle dado la capitanía de la selección al volante celeste. Actualmente, es el jugador que mejor representa el espíritu de la blanquirroja. Lobatón es un jugador ordenado, disciplinado, dispuesto al sacrificio y con momentos de genialidad; sin embargo, nunca ha logrado trascender en la alta competencia. Su buen toque y visión de juego le han permitido destacar en el fútbol nacional pero sus limitaciones físicas impidieron que diera el salto al exterior. A pesar de que en las últimas temporadas se ha convertido en la máxima estrella del campeonato peruano, los 35 años de Lobatón juegan en su contra. Con esa edad es bastante improbable que llegue al mundial Rusia 2018. No obstante, da la lucha y contagia a los que vienen para el relevo. Lo suyo fue solo la Copa América y en ella cumplió con creces.

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El Perú es Carlos Ascues. El volante de Melgar de Arequipa ha sido la gran sorpresa de la selección peruana. En la Copa América, Gareca lo ha reinventado al ubicarlo en la zaga de su escuadra. Los resultados han sido fenomenales. Después de mucho tiempo, la blanquirroja cuenta con un ‘patrón’ capaz de salir jugando desde la defensa y que se da el lujo de llegar al campo rival en los momentos en que el equipo necesita un empujón. Sus 23 años lo convierten en una promesa que puede aportar en futuros procesos. No obstante, su gran problema es la inestabilidad. Desde su debut en el 2011, Ascues ha jugado en cinco equipos diferentes, entre ellos dos europeos. Hasta ahora, el polifuncional jugador no ha podido asentarse en un lugar. Cabe preguntarse si con el consejo del seleccionador peruano, Ascues logrará por fin ubicarse en el mundo del fútbol y marcar la ruta que lleve a Perú a una Copa del Mundo.

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El Perú es Carlos Zambrano. En el minuto 18 del partido con Chile, Carlos Zambrano destruyó las ilusiones de un país que había aprendido a quererlo. El defensa peruano conocido por su matonería volvió a fallarle al equipo. Una vez más sus pergaminos europeos no le sirvieron de nada. En un partido clave en el que había que mantener la calma y el orden, el jugador del Eintracht Frankfurt eligió clavarle los botines a un rival. Hasta el encuentro con los sureños, Zambrano estaba realizando una soberbia Copa América. Analistas nacionales y extranjeros alababan el orden que había demostrado durante la primera ronda del certamen y destacaban que la solidez defensiva no había estado acompañada de las patadas que solía repartir. Pero ahora ha vuelto a sembrar dudas. Más de uno se pregunta si el zaguero seguirá perdiendo la cabeza en los partidos claves de la eliminatoria. ¿Los esquemas que planteará Gareca en la ruta para Rusia 2018 serán saboteados desde adentro? ¿Es posible confiar en jugadores que tienden a la autodestrucción?

El carácter y la matonería

PERÚ PERDIÓ, PERO HIZO SU MEJOR PARTIDO DE TODA LA COPA AMÉRICA. Incluso con 10 hombres, el equipo fue competitivo. ¿No era eso lo que buscábamos? Igual, quedará un sinsabor, formulado como pregunta recurrente: ¿qué habría pasado si hubiera seguido 11 contra 11? Nos durará unos días. Luego iremos, armados de ilusión, a jugar las eliminatorias. En eso se han convertido para los peruanos el ciclo mundialista. El ritual de renovar la fe en intervalos de 4 años.

Antes de enfrentar a Chile, ya era posible analizar el rendimiento de Perú desde el punto de vista táctico. Mucho de lo que ya se había visto se reafirmó y consolidó. Lo que faltaba comprobar era si tenía el temple necesario para enfrentar partidos decisivos. Y allí estuvo el fallo. No del plantel, sino de uno solo. Alguien debería acercarse a Carlos Zambrano a explicarle la diferencia entre tener carácter y ser un matón. Está claro que confunde los términos. Poner la pierna fuerte no es lo mismo que ponérsela arriba de la cintura a un adversario. Por mí, que no vuelva a ser titular en la selección hasta que no vea una colección de partidos de Franco Baresi. Jugar con un futbolista que te puede dejar con 10 a los 18′ es, simplemente, dar demasiadas ventajas.

Hubiera sido muy interesante que Perú se hubiera mantenido en el campo con 11 durante más tiempo, para comprobar si era posible sostener la propuesta de esos primeros 18 minutos, en los que no solo maniató a Chile, también estuvo cerca de anotar.

La apuesta de Gareca quedó clara desde el primer minuto: Perú iba a pelear la posesión de la pelota bien arriba. Carrillo entró al 11 titular como volante por derecha, para desequilibrar con su velocidad y gambeta. Farfán se colocó en el centro para combinar libremente con Guerrero en ofensiva. Paolo hizo un partido titánico de principio a fin. No solo en lo ofensivo, también en lo defensivo.

La fórmula funcionó desde el primer minuto. Después de perder la pelota, Advíncula no retrocede para armar el bloque defensivo, sino que va hacia adelante a presionar en la salida. Farfán y Guerrero se suman y no permiten a Chile armar.

Otro ejemplo de los primeros minutos: No son Ballón y Lobatón los que asumen el peso de la recuperación, sino Carrillo, Farfán, Cueva y Guerrero. Los movimientos defensivos en esta secuencia son impecables.

A partir de esa idea bien aplicada, surgieron posibilidades como esta:

Fue lindo mientras duró, es decir, hasta el minuto 20. Luego de la expulsión de Zambrano, Gareca se ve obligado a retirar a Cueva. Con eso, termina la pretensión de discutir la pelota en campo chileno. El partido empieza a jugarse en campo peruano. Es cierto que Perú igual compite y hasta logra el empate, pero ya no es resultado de un planteamiento, sino del coraje y el esfuerzo de varios de su futbolistas. En la adversidad, Advíncula y Guerrero se llevaron los honores y ratificaron que son, junto con el sacrificado Cueva, las mejores individuales peruanas en la Copa.

Se perdió, pero se compitió. Solo queda reconocer que este equipo superó largamente nuestras expectativas y lo más esperanzador es que mejoró en cada partido. Por el lado negativo, la cabeza sigue siendo nuestro punto débil. Pero allí estaremos en octubre, dispuestos a pelear y malograrle la eliminatoria a más de uno, por lo menos. Si Perú sigue en esta línea, las tiendas venderán más televisores.

Doctor Jekill y Mister Hyde

por BRUNO RIVAS

Analizar las actuaciones de la selección peruana es una tarea harto difícil. Cuando están en juego los sentimientos nacionales, ser objetivo requiere de un esfuerzo extra no presente en el examen de otras selecciones. En circunstancias como esas, el patriotismo futbolero suele colarse en redacciones, canales de televisión y estaciones de radio. Con la blanquirroja en la cancha, la línea que separa al comentarista del hincha se vuelve muy delgada.

Desde antes del inicio de la Copa América he sido escéptico sobre el accionar de la selección peruana. Mi post titulado “El Perú está calato” marcaba una posición nacida de la observación de nuestro alicaído campeonato nacional y de su relación con la estructura social del país. Tengo claro que una nación en la que no existe el principio de autoridad y en la que el individualismo se ha extendido, es muy difícil que se logre una hazaña colectiva como clasificar a un mundial o ganar un campeonato importante. Esa posición la he mantenido al observar cada actuación realizada por nuestra selección en Chile. Si hay un espacio en el que no me ubico es en el de los optimistas.

Sin embargo, mi posición escéptica se ha visto suspendida durante varios pasajes de las dos últimas semanas. Mi novia ha sido testigo de cómo el pitazo inicial de cada partido de la selección me transforma en un hombre de fe. Mis amigos de este blog me han visto sacar la calculadora y memorizarme todos los escenarios favorables a la blanquirroja. De pronto, me he reconocido como un ser bipolar que afirma a viva voz que el fútbol peruano no tiene futuro y que minutos después canta “Creo en ti” en la ducha. Lo admito, me he vuelto un personaje de Robert Louis Stevenson. Por estos días habitan en mi dos personajes: el doctor Jekill y mister Hyde.

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El doctor Jekill es un hombre de ciencia, un sujeto racional que sabe que cada fenómeno es consecuencia de una serie de elementos combinados. Jekill explica la aceptable actuación peruana en el hecho de que nos hemos enfrentado con la peor Brasil de su historia y con una Venezuela disminuida. Que le empatamos a Colombia apelando a una estrategia que no nos dará réditos en las eliminatorias y que le ganamos a Bolivia porque es el único equipo de Sudamérica que tiene más lagunas que nosotros. Está seguro de que no tenemos ninguna opción contra Chile y cree que nuestra performance en la Copa América nos hace más mal que bien. El doctor diagnostica que se está generando una expectativa que provocará otra grave desilusión en el torturado hincha peruano.

Por su parte, mister Hyde es un ser altamente pasional, un individuo dominado por sus impulsos y cuyas acciones son motivadas por la fe. Hyde ha alentado a la selección partido tras partido y eliminatoria tras eliminatoria. No le importa si el equipo juega bien o mal, si gana o pierde, si sorprende o arruga. Cada victoria vale por si misma y es parte de un plan mayor que es la clasificación al mundial. Para él es posible eliminar a Chile en su propia casa. Está seguro que el ratoneo puede volver a ser efectivo y llevarnos a la final, que con suerte también podríamos sacar adelante. El señor confía que se está generando un nuevo espíritu, uno que se impondrá a las deficiencias de nuestro fútbol y que nos permitirá ser competitivos en las eliminatorias. Hyde apuesta sus fichas a Rusia 2018.

Hoy hasta las 6:29 estaré dominado por el doctor Jekill pero sé que un minuto después Mister Hyde emergerá en mi. Deseo profundamente que Hyde tenga razón y poder celebrar a su salud tras el pitazo final. Que se suspenda la razón es uno de mis mayores anhelos.

Paraguay se venga del imperio brasileño

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por BRUNO RIVAS

A pesar de que la frase se ha repetido hasta el cansancio, no deja de ser cierta: el fútbol da revanchas. Algunas de ellas van más allá de lo deportivo y reivindican hitos políticos propios del mundo real. Pese a que su trascendencia social es mínima, el alcance emocional de una victoria futbolística puede llegar a ser similar al de una revolución. Por eso las victorias de Argentina sobre Inglaterra tienen sabor a revancha histórica o los encuentros entre Alemania y Turquía se dan en un ambiente particular. En esa línea podemos ubicar a la victoria de Paraguay sobre Brasil en los cuartos de final de la Copa América.

Los paraguayos aún recuerdan con dolor a la Guerra de la Triple Alianza ocurrida en el siglo XIX. En ella, el país guaraní se enfrentó a tres de sus vecinos: Brasil, Argentina y Uruguay. La razón fue la invasión del Imperio Brasileño a territorio uruguayo que el mandatario paraguayo de entonces había jurado defender. El conflicto culminó con una derrota paraguaya que alcanzó la calificación de desastre demográfico y político. Como consecuencia de la guerra, los guaraníes perdieron entre el 50% y el 85% de su población y buena parte de los territorios disputados con Brasil. Algunos historiadores afirman que las consecuencias del conflicto se expresan hasta hoy y explican los altos niveles de pobreza del país sudamericano.

El sábado, Paraguay se volvió a enfrentar al Imperio Brasileño. Sin embargo, esta vez las circunstancias fueron absolutamente distintas. Al encuentro en Concepción llegaron las peores tropas brasileñas, unas incapaces de poder arrasar a una escuadra paraguaya ordenada y valiente. Solo refuerzos argentinos y uruguayos le hubiesen permitido a la verdeamarela conseguir un resultado abrumador frente a los guaraníes. Pese a eso, los brasileños empezaron intentando revalidar su otrora espíritu imperial. Comenzaron ganando con un gol de Robinho, quien antes era visto como uno de sus principales generales. Un primer tiempo con pocos ataques provocó que algunos ilusos pensaran que los albirrojos no podrían recuperar terreno; sin embargo, la segunda parte fue otra historia. A punta de coraje y aprovechando un error en la zona defensiva brasileña, empataron y llevaron el encuentro a los penales.  

En la definición final, Paraguay mostró un carácter que por estos días no se ve en Brasil. Los guaraníes sacaron de carrera a un equipo que no había hecho méritos para llegar a cuartos de final. Y confirmaron lo que habían puesto en evidencia cuatro años atrás en otra ronda de penales: que Brasil ya no es el gran imperio continental de antaño. Ahora a los albirrojos les toca enfrentar a otra selección que participó en la Guerra de la Triple Alianza. Esta vez sí se enfrenta a una tropa de élite pero quien sabe de repente se concreta otra reivindicación histórica.

Desdramaticemos

NADA ENERVA MÁS AL FANÁTICO QUE RECORDARLE EL CARÁCTER IRRELEVANTE SU PASIÓN. Frases como «pero si es solo un juego» o «lo importante es competir» solamente son aceptables cuando vienen de la esposa que no entiende de fútbol. Simplemente espera que esto se acabe para que los amigos borrachos del marido dejen de ensuciar la casa y ella pueda dedicarse nuevamente a su telenovela turca sin distracciones ni gritos destemplados (¡Un partido más!). También es cierto que despotricar del deporte rey siempre ha sido muy hipster, pero los intelectuales de ocasión que se empeñan en señalar que Perú puede ganar lo que quiera y eso no aliviará en nada nuestras miserias cotidianas harían bien en ahorrarse el esfuerzo. Lo tenemos bien sabido, pero igual gritamos, chillamos, nos pintamos la cara, sacamos las calculadoras, tratamos de aprendernos la estrofa del himno esa que no nos enseñaron en el colegio.

Los intentos por descomprimir son muy loables, pero están condenados al fracaso por una simple razón: aunque no lo queramos aceptar, el fútbol es más que un juego. Hay demasiadas emociones, ilusiones, traumas y trapitos sucios involucrados, demasiado ánimo de revancha y demasiada frustración acumulada como para reducir lo que pasa cuando dos países con abundante historial común –futbolístico y también de otras clases– se cruzan en una cancha. ¿Lamentable? Seguro, pero no por eso menos cierto. Y si hay algún partido que el fanático peruano quiere ganar siempre, más que cualquier otro, es el Perú-Chile. Eso también lo tenemos recontra sabido.

Angamos, 1879
Angamos, 1879

Dicho todo esto, aclaro que me parece correcto que tanto los protagonistas del juego como los periodistas y analistas serios intenten quitarle solemnidad y trascendencia al partido del lunes. Los otros, harán lo que mejor les sale. Pero a Gareca y su plantel de nada le sirve que un país entero se le suba a la espalda y le encargue una misión que parece tan solemne como recuperar el Huáscar, una cuestión de orgullo nacional.

Desdramaticemos, entonces, pero tengamos claro que el lunes, queramos o no, jugaremos una semifinal, contra el equipo local, en un estadio que tendrá naturalmente un ambiente hostil. ¿Horrible? Quizás, pero no queda más que aceptarlo como parte de ese pacto tácito por el cual decidimos ventilar nuestras diferencias en un rectángulo de césped verde. Suena como demasiado encargo para un equipo que supuestamente está en formación, aunque tiene varios titulares que superan los 30 años.

Sin embargo hasta ahora Perú ha hecho las cosas bien: ganó con justicia el triangular entre los equipos más débiles del continente y no se quebró contra equipos sobre el papel superiores, como Colombia y Brasil. Ha sido competitivo y eso le ha valido para sacar esta cita con la historia. Para los veteranos de este grupo (Pizarro, Farfán, Vargas, Lobatón), el reto de sacar Chile de su Copa, organizada con tanto esmero, es una oportunidad de redención. Más que seguro, la última que les queda.

Para el resto, los jóvenes del plantel, es la oportunidad de demostrar que con ellos el futuro puede ser diferente al pasado.

Perú ha hecho hasta ahora una gran Copa América. Pero le falta un gran partido contra un gran rival en un gran escenario. Le llegó casi sin buscarlo. Ya demostró que tiene fútbol para competir. Ahora tiene le toca probar si, a diferencia de anteriores planteles, también puede hacer gala de carácter.

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