Por Jaime Cordero
El fútbol está lleno de preguntas que no tienen sentido, pero igual se hacen. Como cuando acaba un partido cualquiera y el reportero a pie de campo se acerca al jugador que le queda más cerca y le pregunta: «¿contento con el triunfo?» O como cuando los expertos debaten: «¿es Pelé mejor que Maradona?», «¿Es Messi mejor que los dos?» No hay respuesta que realmente valga la pena para cuestiones así. El jugador, todavía jadeante, contestará que sí, que está satisfecho y balbuceará algunas fórmulas de compromiso para elogiar a su rival y señalar que ya está pensando en el próximo partido. Los expertos (los de verdad y los de mentira) podrán argumentar de miles de maneras sobre quién es a su entender el mejor de la historia y dará lo mismo porque el veredicto nunca será concluyente. Es la pregunta por llenar un vacío. Es la discusión por el mero afán de discutir. Es discrepancia por gusto.
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